prosomnis

La tela del destino

Si la vida se apaga siempre hay una vela para encenderla.

La tela del destino no se paga llorando

y es de cretino suspirar por una perla perdida

cuando mil joyas guindan seguro aún nuestro existir.

El futuro no puede ser vil de antemano

y en las boyas que marcan el camino

debemos atar las naves que brindan las claves del sobrevivir.

En la mano tenemos el poder de cambiar las cosas que no marchan

y de ocasionar aquello que no sucede.

Bello será vivir si en el creer lo ideamos así

y si en nuestro subsistir pensamos en positivo,

bello será estar vivo.

 

En las fosas donde caímos hallaremos lo que se nos esconde,

incluso lo que perdimos,

toparemos con lo que nos puso aquí:

para amar nacimos y a amar nos fuerza la vida.

Aquel que extraviado en su egoísmo no ejerza su obligación,

con su querida ambición producirá un seísmo

para el verdadero significado de su nacimiento

y aunque lo conquiste todo

no evitará hundirse en el lodo del desaliento,

confundirse en una borrosa nebulosa vacía de sentido.

Pues no viste la seda con vestido roto,

y si ponemos coto al amor con él se veda nuestra alma.

 

Porque el cable que nos une al cielo del bienestar

no se empalma con posesiones

sino con el ardor del vuelo de una sonrisa cariñosa,

con el cantar sin prisa de las canciones

que en su prosa ensalzan el duelo de los afectos.

Y si con nuestros efectos personales no se calzan las pasiones,

banales serán las emociones si no les damos salida.

 

Dejemos pues, que hable el corazón,

que acune cantando la brida de toda razón.

Y esperemos.

Pues si andamos la vida mimando más el querer que el tener

vendrán seguro los fechas en las que las cosechas

conviertan el duro sobrevivir

en el elixir con el que se despiertan los más grandiosos momentos,

aquellos en los que los odiosos tormentos decoran su tristeza

con la pureza de bellos sentimientos que adoran nuestro existir.

 

Pero debemos ir con cuidado de no engañar nuestros intentos

con impostores amores,

de no empañar nuestro querer con aprovechado interés.

Pues no es de recio saber que en el quedarnos contentos

se alimente el amor

y necio será contentarnos con poseer la flor

si no aprendemos a componer la norma que modele su hermosura,

que sustente su valor.

 

Porque amar no es conservar

y en la horma del estimar no cabe el recibir sin dar.

Y no sabe el cariño pastar sin ternura,

la misma que das a un niño.

Y no sabe el cariño pedir si no ofrece.

Y suele pasar que el abandono el sentir no mece

y un día descubrimos que nos faltaba el abono

y la melodía que nos unía ha dejado de sonar.

Y sufrimos un cisma,

por no haber luchado

aquel querer que aderezaba nuestra supervivencia

perdió la paciencia y se fundió.