No te alcanzarían las cruces del calendario
para que el sol naciente de tus labios
cure todas mis heridas.
Serían insuficientes las restantes lunas llenas
para las muchas veces que yo quisiera
me hicieras el amor
lavando con sigilo en mi piel
el destierro.
¡No!.. no serían bastantes una o mil promesas
para revertir el vacío y la tristeza
de incontables silencios y ausencias.
Tan quebrada me has dejado
tan agonizante me he sentido
que todo…
todo proceso sería más prolongado
que el tiempo que nos queda.
Pero…
-y escúchame bien-
A pesar de las tormentas
y los excesivos naufragios.
A pesar del desconsuelo de los astros
y las estrellas caídas al fondo del mar
yo… solo yo… -sobreviviente-
me dejaría tomar por tu mano.
Tendida en la proa de tu barca
mirando las velas de tus sueños
y percibiendo en mis vértebras
el atávico vaivén del mar…
volvería a confiar en tus remos.
Y te daría el borrador de mi horizonte
para que tiñeras con tus rubores
un nuevo nido en el arcoíris.
Quiero sentirme:
luna en tu costanera,
tango en tu melancolía,
quehacer de tu inspiración,
y la reina erótica y espiritual
de tu cuerpo, rumbo y esmero.
Acepto la ofrenda de tu rogativa.
Irnos a la deriva del destino
en una travesía sin premura:
sin egoísmos, sin reservas,
sin reproches, sin vuelta.
Hoy el alma, desde su crisálida,
nos devela el secreto del amor.
Si un gran sentir no se esfuma
con la lluvia, la furia y la penuria
será la sublime cita eterna
de dos que formaron unidad.
Del alma, el amor te hizo mío.
Del alma, el amor me hizo tuya.
Mi mal, mi bien, mi totalidad:
porque siempre soñé
-sin jamás imaginar-
verte a mis pies.
Porque ambos deseamos esto
a pesar de experimentar lo que es
resplandecer y morir en lo nuestro.
Porque crecer no es fácil
y ninguna escuela nos enseñó a sufrir
ni nos explicaron el sentido del dolor.
Porque dicen que todo tiene un fin
y luego de neutralizar ese todo
el nuestro es lis y lucero.
Porque tienes una deuda conmigo
y me he ganado ser la estrella
del mejor capítulo de tu vida.
Porque mi nativa naturaleza
es la de toda mujer que ama:
asombrosa, estremecedora e ilimitada.
Porque sin medida…
te amo
y a nadie…
nadie más aceptaría.
Sin más verbos ni cábalas,
sin perder un minuto más…
el tiempo que nos queda
¡llévame contigo!
La lontananza que reste
será poesía de Dios.
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P-Car
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Paty Carvajal-Chile
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