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**~Novela Corta - La EngaƱada - Parte III~**

Es viernes y deciden las parejas a salir al cine a ver una película de estreno. Llegan y el \"pop corn\" esta buenísimo a Andrea le encanta. La película es romántica, y aunque no leyó la reseña del periódico, trata del matrimonio. Una usual pareja decide casarse, pero, no con su actual pareja sino con otra persona. Andrea, piensa y piensa en su destino que la vá llevando a un porvenir misterioso y oculto. Darío le habla, pero, ella en su ineptitud no quiere saber de él, en ese preciso momento en que la película llega a su clímax más poderoso de la trama. Ella, se dice, otra vez, \"la engañada\" en su mente. Y el momento no disfraza la oportunidad, la mentira y el nefasto porvenir que está pronto a suceder si ella logra detener ese instante en que ella sabe su futuro. Pero, ¿cambiar el futuro?, ¿quién hace algo así y cómo?, si el futuro no se puede cambiar, no se puede interpretar o solucionar las cosas malas. La película acaba y se van a la discoteca. Alli, nuevamente se vé con la vidente, ella en su afán de saber más sobre su destino. Le pregunta y la vidente no se recuerda de ella, pero, le dice que, -“tiene un tenebroso futuro con un accidente, de la boda, el matrimonio...”- y del altar no le dice nada. Tal vez, en la sección de Tai-Chi, ella, sin darse cuenta logró guiarse por el camino, por la visión de la maestra. Pero, ahora no se trata del amor, sino de la vida, algo entre la vida y la muerte: un accidente. Ella no dice nada, pero, queda atónita, estupefacta, asombrada y patidifusa. Ella, vuelve a la mesa y continúa la conversación entre ella y Vanesa. Y se da de cuenta de la miradita absurda y excitante entre Darío y Vanesa. No lo percibe, como malicioso, pero, dá una carcajada sarcástica.

Vá de rumbo a su hogar, y la noche tienta con el frío y la luz de la luna a amar, a amarse sin compasión, sin dolores ni lágrimas, sólo que la pasion perdure entre el deseo y la ternura. Andrea, pone su cabeza en el hombro de Darío y ella tiene el deseo, la excitación, el placer, pero, no es el momento todavía de entregarse, de estremecer su cuerpo, de llegar a sentir las maripositas en el estómago. Y le dá un beso, un profundo beso como si el destino o el tiempo llegara a separarlos.

Como es verano, todavía, Andrea, hace, otra vez, un viaje hacia la playa. Esta playa, en San Juan, donde el sol caluroso y resplandeciente, atemoriza con deshacer como hielo el cuerpo humano, pero, a Andrea, le fascina, le encanta, la arena, el mar, el cielo y el aire tan caluroso, tan fogoso y tan candente. Ella, se siente sobre la arena en una toalla de playa, y siente la tibia arena del sol que brilla con la ternura y el ardiente deseo de un día tan claro y tan hermoso, como es a pleno medio verano en un año cuando el otoño se acerca. Y van dejando las flores sus pétalos y hojas en un suelo por donde Andrea vá pisando. La acera calurosa, con el sol brillando y la ansiedad en todo su apogeo, se llena de ambición la soledad y el silencio pensando en el pasado, viviendo el presente y queriendo olvidar el futuro. Andrea, queda con el pensamiento en el olvido, siguiendo y caminando por la acera como un espectro alucinante y misterioso que toda la gente mira y la sigue con la mirada. Ella, sin percatarse vá sin rumbo y sin destino que proseguir, y sin ilusiones, como si ella hubiera pasado en realidad lo del altar. Pero, la costumbre puede más y desea saber más allá de la realidad, de la verdad, de la certeza, de lo realmente y verdadero. Vá paseando por la acera y en un carro vá Darío con Vanesa, contentos y muy abrazados, por rumbo y un destino prometedor, ella, queda atónita y sin decir nada. El espectro se torna más inseguro, más débil, más fantasma, ella, no sabe si alucina, es fantasía, es imaginación o es la realidad. Pero, ella, continúa su viaje, su peregrinación, su caminata, en una transición tipo especie, retiro espiritual, un aura le acompaña, ella, no lo vé, pero, lo siente alrededor de su cabeza, alrededor suyo. Ella penetra en una cafetería y se sienta a tomar un \"capuccino\", y conoce a un \"Fraile\", pero, ¿qué es un \"Fraile\"?, ella piensa y piensa. De pronto le viene en la cabeza, \"son un tipo de monjas, pero, en hombres\", ella, le pregunta, ¿dónde está Dios?, que no vé cómo estoy, dónde estoy y con quién, que no vé la situación que he pasado, que estoy pasando y que pasaré en un futuro si continuo así, ah, ¿dónde está Él?, contéstame usted. El \"Fraile\" se acerca más y más a la pobre y desesperada muchacha, y se sienta a su lado. ¿Qué le pasa, le puedo ayudar a usted?, si usted conoce a Dios, y sabe dónde está, pues, afortunadamente sí, puede que me ayude. El \"Fraile\", asombrado por la fuerza, con que ella le habla, se nota que es una mujer decidida, valiente y sin temores, y sabe lo que quiere en la vida, pero, hay algo en ella, muy oculto, muy escondido, muy recóndito y tenebroso. El \"Fraile\" sabe lo que es, pero, no llega a penetrar al fondo de su corazón, de su espíritu, de su pasión, y egoísmo de continuar viviendo una vida sin saber. \"Sí, yo sé dónde está Dios\", le responde a Andrea, ¿por qué?, ¿lo quieres conocer?, \"no\", ella responde, \"deseo preguntarle algo muy importante sobre mi futuro\", \"pero, yo sé que usted no me vá a entender, no me conoce\", \"sí, yá estoy entendiendo\", dijo el \"Fraile\". \"Dios está en la Iglesia\", \"búscalo si quieres saber lo que espera saber, pero, sentada ahí alzando la voz, no creo que lo puedas hallar, aunque Él está aquí también, pero, búscalo en la Iglesia\". Ella, sorprendida y que cayó en cuenta que es verdad, la teología y las cosas de Dios están en la Iglesia, en su Casa, en su religión. Ella, en su iniciativa de buscar a Dios, hace una peregrinación hasta llegar a la Iglesia próxima, y allí encuentra la Iglesia, la observa, la mira, y se detiene en una parte de la Iglesia en donde vé una imagen viviente de Dios con la cruz a cuestas, ella se detiene la mira asombrada, y piensa en la historia de Dios, de Jesús y su vida. Que su vida no es nada, con lo que Aquél pasó por nosotros, por la redención de nuestros pecados, y por perdonarlos, derramando su sagradisima sangre en \"Tierra Santa\", algo le asusta y se vá de la Iglesia, algo muy profundo llega a tocar su corazón, su latido aumentó, su estado emocional bajó de intensidad y sintió una paz, una tranquilidad y un sosiego muy profundo en su alma y en su corazón. Ella, supo de primer instante que era Él, que entró a su corazón, y supo dónde encontrarlo siempre, en su corazón. Andrea, decide salir de prisa, como si alguien la estuviera siguiendo o atosigando. Y llega hasta un restaurante, donde cena, y se dá de cuenta que el tener hambre le hacía ver, sentir y pensar en cosas alucinantes y sin sentido. Recordó en mucha gente que no tienen que comer, que mueren a diario de hambruna, y que ella, en su máximo esplendor tenía todo para ser feliz y que guardaría el secreto para no olvidarlo.

Llega el lunes, otro día más laborioso, y cansado como todos los lunes después de disfrutar un fin de semana lleno de diversiones. Y, Andrea, se desconcentra en su oficio. Yá es hora de la junta y se compone. Es una junta de labor para mercadear un producto y que le llegue al gusto del consumidor, y que lo pueda adquirir. Andrea, dice algo sobre el producto, que tiene una discrepancia, una desavenencia con la elaboración de este producto. Que es un peligro inminente la envoltura del producto...y continúa hablando y hablando y el presidente de la compañía le vá interesando más y más. Y le agrada su voz, su estilo de defender su manera de trabajar y de su inteligencia. Ella, continúa hablando y gana los votos: 5 a 3. Vá a su oficina y encuentra un ramo de flores de rosas amarillas, y es la envidia de todos. Ella, agradece las flores al presidente, y le pide que labore un producto que pueda competir en el mercado con el que presentaron en la junta de hoy. Ella, emocionada y llena de alegría, le asegura que será una batalla que ganará. Pero, que aunque la guerra será su mayor logro.

Eduardo, que es amante de los bolos, invita a las parejas a jugar. Ellos, se divierten tanto que, Eduardo y Vanessa suelen mirarse muy a menudo. La insistencia de Andrea, en ver el reflejo, de la felicidad en su rostro la lleva hacia la locura y hacia la perseverancia, le exige a Darío, boda. Pues, no hay otra opción, yá, llevan mucho tiempo juntos. Y así, es que se obtiene mayor deseo, en saber si se casa o no, Darío. Darío, con cara de yo no fui. Insiste que hay que esperar un momento más, para conocerse más y llegar a ser la pareja ideal después del matrimonio. Es un día muy hermosos, el sol, la playa, los bolos, y todo alrededor está de lo más deslumbrante. Andrea, con esa respuesta queda más “engañada”, de la cuenta, dicen por ahí que con un botón basta. Pero, Darío, rompió el bate y botó la pelota. Darío, evade el comentario de Andrea, de la boda, con una posible relación más a gusto para llegar a conocerse mejor. “Pero, si yá llevamos más de cuatro años juntos”. Darío, sale a muy a prisa del lugar de los bolos. Y se dice que para hablar con Vanessa que se encontraba afuera sin Eduardo. Ella, Andrea los vé extraños y raros. Pero, aún no sospecha de nada. “La engañada”, siempre ella, Andrea. Vá en busca de matrimonio, cuando sólo se sabe, que, Darío no le ha propuesto eso, el matrimonio soñado, a ella, a  Andrea, y es la vil víctima de Darío y de Vanessa por ser “la engañada”. Cuando ella, casi llega a la conclusión, de que es víctima de una cruel infidelidad por parte de Darío con Vanessa. Se enfrasca la idea de ser la víctima y no la victimaria, siempre las personas buenas tienen ese mal hábito de ser: la víctima, en cualquier situación.

Es un día, hermoso, es domingo, aquella conversación en los bolos, quedó ahí. Andrea, decide pasear por la playa de San Juan, ni el truhán de occidente, ni el fraile, ni eruditos ni maestros del arte, que puedan cosechar en ella una educación más altiva, más contundente, y más real. Casi imperceptible o abstracta, que pueda ella solventar su fuerza hacia un invisible poder de espíritu. No, se dijo ella, pensando a la orilla de la playa dejando huellas que el mar borra. Las pisadas, se dijo ella, otra vez, que son huellas marcadas en un presente, pero, que un futuro no se ven y todo porque en la vida hay algo que las borra del todo. Como son esas, tan precisas como las que va dejando a orillas del mar, serenos y tranquilo, en la pequeña ola que vá dejando el mar en la orilla. ¿Cómo se puede dejar huellas imborrables y que perduren por siempre y que nadie pueda borrar o cambiar?. Pues, ella se dijo, en el amor, el amor es casi imposible de borrarlas, cuando se ama en verdad. Es el corazón, el que está dispuesto a amar. Y dejar de ser por tí, una ilusión casi imposible de contactar, cuando la ilusión se siente, pero, es abstracta. Andrea, sabía de todo, menos que era “la engañada”, y que Darío y ella, la Vanessa se entendía a sus espaldas. No se puede imaginar el rumbo de cada cual, cuando se encrudece el tiempo, y en la manera de ver y de observar la dirección que toma cada cual en su vida. Y en esta dirección, se sabía cuál de ellas era la forma correcta de perseguir , pues ella era muy reservada. Pues, se debía de tornar valiente, y segura de sí misma. Para cualquier evento, en que su novio descubriría su total engaño, con Vanessa. Pues, será que Andrea se torna valiente o será la víctima por siempre sin matrimonio o lo peor sin amor. Pues, el delirio se formó con el frío, y el temor con la cobardía, de ser una pobre mujer y lo peor siendo “la engañada”. Y, más aún, se enfrío el incierto mar a cuestas de la eterna salvación. Y Darío y Vanessa se ven a escondidas de la pasión, del sol, entre sombras desiertas de desafíos. Y se cosecha el más vil de los momentos, el casamiento, inconcluso y perfecto. Andrea, se siente incapaz, de solventar un delirio, y de decir que no. La palabra más corta y tan negativa: no. No la sabe decir. Ella, es tan buena, que todo mundo la desea y la quieren mucho. Y se siente cálido el mar abierto, el mar sosegado, y tibio. Es el verano del ‘84. Ella, no sabe a donde ir. A donde percibir el instante en ir o venir. Y llegó, el momento de ver, otra vez, a Darío con Vanessa. Los dos salen airosos del momento tan inadecuado e imperfecto. Andrea, en el estacionamiento de la playa, se les acerca y les pregunta, -“¿qué hacen juntos, otra vez?”-, y ella, Andrea, con sospechas desde su interior. Les indaga y más les pregunta… Ellos, quedan atónitos, no hay peor ciego que el que quiere ver. Y ellos, le dicen, que están yendo a correr y a yoguear juntos cerca del parque en la playa. Y ella, Andrea, le pregunta, -“¿que por qué no me lo dijeron antes?”-, y ella, en su afán en ser “la engañada”, se cosecha más la esencia de ser por siempre “la engañada” por Darío y Vanessa. Y es que sólo soslayó el deseo, de ser por él, la terrible engañada, la que pensó en ser como él, pero, su pudor no pudo ser más que el pudor de ser una infiel y después por tanto tiempo. Y se le vino a la memoria que el desastre se le vino encima. Cuando se debió de sentir el tiempo pasar, y pasó el tiempo, en que en ser infiel, fue lo mejor del mundo. Conoció a tanta gente que la querían y que la adoran e idolatran demasiado. Era ella, Andrea, la fiel muchacha que puso fin a un tormento. A un tórrido romance y que desafío el frío en su propia piel. Cuando se identificó el infiel acto de un tormento. Que calló aquí como pasaje de un tormento. En que quiso ser como el ave volar lejos de aquel momento, abrir alas y echar a volar lejos de allí mismo. Pero, no, se quedó como esperando más respuestas y más delicada actitud. Se electrizó con la fuerza mayor de un sólo poder. Cuando quiso y se enteró que sí, que él, Darío, la engaña y con su mejor amiga Vanessa. Se vió venir los celos, y la envidia, en cofre de cristal, tan transparente, como el agua cálida o como el rocío del mismo manantial. Y se fue por donde el otero se lleva el sol, por el mismo ocaso frío y sin Dios. Caminó playa abajo, y quiso entregar el cuerpo al mar, pero, se acordó que el mar lo devuelve todo. Hasta sus penas y alegrías, hasta el ir y venir, en esa playa amarga de un terrible sol a cuestas de la noche fría, y socavó en las penumbras de inquietante noche. Y quiso ser como el sol, como el mismo delirio en frío. E irrumpió en deseos lo que hoy se llama amor y pasión. Y soslayó en una sola sensación. Y quiso ser como el deseo, como el primer amor, como el deseo de llegar a amar sin contemplaciones. Como lo que fue fingir el amor a cuestas de la ternura, por parte de Darío, un hombre bueno, pero, incapaz de solventar y establecer una fidelidad por un verdadero amor. Y caminó con sus zapatos en las manos colgados de ella, cuando, de repente, se encuentra con Pedro, un joven, que fue su primer amor en la adolescencia. Y se lleva la sorpresa de que ni el truhán de occidente, ni la maestra de Tai-Chi, ni el fraile, ni ningún erudito, fue capaz de salvarle la vida. Pero, fue así, que dentro del mismo percance, se debió de enfrascar la idea, de querer amar lo que fue. Un amor imposible de creer. Y fue él, Pedro, el que le hace revivir momentos alegres. Y de mucha pasión y amor. Cuando queda aquí un pedacito de amor. Y fue el querer amar más y más. Cuando sólo se electrizó la forma de amar más y más. Cuando se hizo lo que nunca se hubiera hecho, un amor como ése. Como lo que fue amar después de haber amado. Y así, se sintió confiada, inerte y más, como si fuera tan inmóvil a lo vil, cuando fue víctima de lo sustancioso, a lo que quedó por amar. Cuando se identificó lo que conlleva, el poder de amar. Y Pedro, fue la salvación o la perdición. De un sólo poder. Como lo fue amar sintiendo coraje. Como lo fue amarte más. Cuando sólo quedó sintiendo el desamor, la infidelidad, y el desamor, y el desprecio también, por qué no. Porque, no sólo él, despreció su amor y su fidelidad, sino su confianza y su amor. Y quiso más y más, y Pedro fue ése con quien ella quiso ser feliz. Cuando se electrizó lo que fue. Una pasión ardiente. Fiel y casi tan real. Y Pedro, fue así, su único amor, como lo fue su primer amor. Y amó intensamente, a Andrea, y así fue, se abrazaron efusivamente y casi lloran por la emoción. Y a Andrea, casi le cae encima la vergüenza. Cuenta todo aquello. Que su corazón sintió y sentía. Era como si fuera un mal destino entre la jugada que le hizo Darío y Vanessa y la jugada de la vida. Y se fue por el camino desolado, triste cuando le cuenta todo a Pedro. Y se difiere, de lo que ella sólo sentía que no era verdad, sino ilusión por casarse con Darío. Para cuando se intensificó más el dolor, fue cuando casi se desmaya ante Pedro, por el dolor tan fuerte que sólo ella sentía y percibía. Cuando se fue por el rumbo. Y socavó muy dentro de ella, y le dice ella a Pedro… -“estoy herida y decepcionada…”-, y lloró sin consuelo en el hombro del hombre. Y más aún, sin el truhán, sin la maestra del Tai-Chi, sin el fraile, sin un erudito que le dijera cuán hermosa es la vida en salvación con Dios. Siendo la sabiduría la primera alternativa de supervivencia autónoma. Como si fuera un destino real, como lo fue el haber amado más a Darío. Y éste le consoló, e intercambiaron números de teléfono, y fue que renació el amor, otra vez, contra un deseo autónomo, cuando sólo sintió volver a amar. Cuando sólo sintió el deseo de amar. Cuando sólo quiso devolverle a la vida, lo que la vida le devolvió el amor entero. Como si fuera un destino nuevo, una cruz en el cielo. Como si fuera un desafío a la incógnita de la infidelidad. Como si fuera un dilema sin descifrar en cada lágrima que derramó, ella, Andrea, en el hombro del hombre. Y quiso ser como el alma, y volar lejos de allí. Cuando socavó muy dentro el reflejo de la vida y del mismo sol. Sólo sintió el deseo de amar, de lograr y llegar a ser como el torrentes de pasiones buenas, que sólo el amor nos da. Cuando se dió un amor, como lo fue, amar dentro de la sonrisa y de la felicidad y de la fidelidad en cada momento. Andrea, muy fiel a sus sentimientos, vá en busca de algo que le haga creer de nuevo en la vida y en el amor. Se siente abatida, y herida, y no es para menos. Se siente desolada y triste, se siente devastada y compungida. Se sienta en la arena junto a Pedro, cuando se siente dispuesta, pero, muy cansada, y extenuada. Se debate entre la triste alegría, pues, la tristeza de saber que era engañada por Darío, su actual novio, y con su mejor amiga Vanessa, y la alegría de ver el primer novio como sorpresa. Se espera a que cese el llanto, pues, su manera de ver y de sentir lo que el corazón quiso, pues, fue y siempre será, lo que socavó muy dentro. Su pasaje a ser como la Magdalena de la historia. Cuando quiso ser como el aire, llegar a todas partes, del mismo hemisferio. Y ella, Andrea, quiso ser eso, el aire, pero, fue más su poder en solventar una manera de ver y de extraer, lo que empieza y comienza. Cuando queda aparte de lo que se cree que fue un amor imposible. Como lo fue amar a Darío, y a su segundo amor, como la aventura de ser por la pasión a cuestas de esa misma pasión. Cuando quiso ser como el ser que perpetra todo. Pero, no llegó a ser más que una triste pena en los hombros de aquel hombre que se llamaba Pedro. Y no se debió de enfriar más, poder juntar el ademán tan frío, como lo fue la consecuencia, de haber sido el amor de aquel amor pasajero, que duró mucho, pero, que duró poco, a causa de la infidelidad desgarradora que vivió y que sintió llegar a manos de la infiel acción por parte de Darío y de Vanessa. Y se electrizó más el saber que en cada paso de la vida, a Andrea, se pierde en llanto, pues, su amor se identificó como el más puro, e inocente de los amores. Fingiendo el calor del día, se llenó de fríos consecuentes. Aunque se encontraba en la playa. No percibió el calor, sino frío, después de dejar a su amor prohibido el infiel de Darío. Y en el hombro del hombre lloró desconsoladamente, y abatida, y herida, como que el silencio, se enfrío más de lo normal. Y sintió deseos de amar cuando se fue por el camino de la tristeza y de las penas en dolores. Y quiso ser como el delirio, o como el invierno frío, y socavó muy dentro, lo que fue y será. Lo que quiso saber del amor y la pasión desnuda. Y Pedro la ayuda mucho, con mucho amor y ahínco, de valer el valor de su propio corazón perdido y tan herido. Se despiden, pues, llevaban mucho rato conversando de todo. Intercambian números telefónicos, y se descifra la incógnita en saber que el destino es uno fuerte en su afán de valer su cometido. Pues, sólo el fuerte gana y el débil pierde, pues, la vida es así de dura y a veces tan  complicada. Se lleva el recuerdo de lo que fue a su lado y de lo que pudo ser, se queda sentada en la arena hasta el anochecer. Y decide navegar por el rumbo incierto del mar, el que tenía en frente, y decide subir por el barco de papel y navegar por el horizonte, y queda con una manera callada, irreal, y casi imperceptible, y triunfa como todo pirata navegando hacia el mar abierto, hacia el mismo cielo, o la misma aventura, es casi irreal el momento. Cuando se decide que bajar de la embarcación no era de sabios, cuando se cree que el destino es suave como un algodón, pero, no, no, no, es duro como el silencio o como el templo y más aún, como el camino pisando las piedras. Pero, miró algo el cielo estaba arriba y no abajo, claro es obvio, en que sólo Dios supo hacer lo que mejor deseaba para el mundo, y el cielo está arriba. Y se dijo…-”el cielo es mi meta, ahí es, que quiero llegar”-, como si fuera una situación indecorosa, un atrevido instante, en que sólo el universo es cómplice, de lo que quería ella. Que era el mismo cielo, con que el deseo de amar lo que pasa, cuando el sol llega a la piel, es como las estrellas subir y bajar, como tan fugaces son que caen del mismo cielo a la tierra.

Continuará.............................................................................................