Palabras errantes navegando
en no sé qué mar de acertijos
sin rumbo y sin puertos.
A veces lentas, cansinas y empapadas
de una melancolía temblorosa
ensimismadas y aburridas como ostras
tratando de cultivar su perla interior.
A veces eufóricas, lúcidas y tiernas
como si le hablaran a un niño
intentando explicar el porqué de las cosas.
La noche vigilante de los versos locos.
El día espectador de ideas luminosas.
Tropezando el entendimiento todo se define
en osados razonamientos que solo tienen lógica
para la insensata certeza de lo aprendido
en el viaje de la vida.
Agotadas quedan las Musas que dormitan perezosas
dejando en abandono la pluma,
ignorada en un rincón de la habitación
esperando pacientemente
un nuevo estallido de emoción.
Las palabras laten dispersas,
sin compás y sin tiempo
como el viejo reloj de la cocina,
que se mueve sin prisas
ignorando el transcurso de las horas.