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**~Novela Corta - La EngaƱada - Parte IV~**

Se fue así, adolorida y abatida para su hogar sin amor ni esperanzas en volver a amar. Era, ella, Andrea Martínez, la mujer valiente que puso fin a una relación. Darío, vuelve a ella, en son de paz, pero, ella, no lo quiere escuchar las razones ni sus excusas. Por eso, lo que ella le dice, le hace el honor en ser muy valiente. Y ella, le dice así… -“si tú no fuistes capaz de ser fiel por un momento ni te imaginas que lo serás en el matrimonio, eres como el ave que donde quiera deja un nido, a mí no me amaste, sólo quedó el rencor de haber sido una intrusa que se dejó engañar por tí, ¿cuánto tiempo?, toda la relación, ah, o por cuánto tiempo más crees que esperaría descubrir ese engaño o te creías que sería yo “la engañada”...”-, él se vá del lado de Andrea, y piensa en lo que dejó y lo que perdió. De seguro que el engaño duraría toda la vida, pero, ella, supo darse a cuenta a tiempo. No lo esperó sino quiso apaciguar la espera. De ver con sus propios ojos lo que el tiempo caduca. En esencia, la ausencia de Darío en su vida, socavó muy dentro, dentro de la presencia que automatizó lo que era un amor tan verdadero como la posibilidad de ser la pasión exquisita. La que da el amor, solamente el amor. Como lo fue abrir y cerrar lo que dejó una incógnita de supervivencia gracias a Pedro, su primer amor. Pedro, en su afán de enamorar, otra vez, a Andrea, piensa cómo enamorarla. Y si dejó una huella imborrable en su corazón, como un tiempo recóndito con la pasión que aún duerme de amor. Y se llevó el reflejo de ser por él, el amor verdadero, el que no se olvida jamás ni nunca en la vida.

Recibe una llamada y es Pedro. El que le indica un lugar dónde verse. Andrea, vá como buscando ayuda a su dolor. A su extasiado corazón, decide verse y encontrarse con Pedro. Se desviste el dolor, y la amarga desesperación entre lo que ella sentía por Darío y lo que puede volver a sentir por Pedro. Y recuerda la la vidente, lo que le dijo, cuando estaba en la discoteca, que el hombre con el cual ella se casaría la dejaría en pleno altar de boda, pero, ella, se pregunta ¿por qué?, es un futuro no muy lejano, pues, coincide con Pedro en ese lugar. Y se dice que, el delirio es frío como el hielo, pues, ella, no siente nada con respecto a  Pedro. Se dice que el silencio es autónomo del frío. Pues, el amor es ardiente, cálido y a veces exagerado. Y se siente como un pececito en un lago tan gigante. Pedro, la ayuda y la quiere calmar, pues, en su delirio de hombre que ama a una mujer, quiere volver y regresar con ella a pesar de las vicisitudes de la vida. Cenan una velada tan romántica, que se desvive el tiempo y más aún el coraje de sentir y de saber que la pasión puede arder como antes. El servicio en el restaurante estaba exquisito. Y, ella, Andrea, se acuerda del fraile, del truhán de occidente, de la maestra de Tai-Chi, y de hasta eruditos que han pasado por su vida, pero, que ninguno de ellos le dió la eterna salvación como ella siempre esperó. Y se llevó un dolor muy profundo al recordar a Darío, pero, su manera de ver y de extrañar, se entristeció más cuando se supo que era “la engañada”. La sútil manera y útil forma de lo vil que fue víctima de un hombre malo. Cuando en el alma fue devastadora por la intranquilidad de saber que su novio estaba con su mejor amiga Vanessa. Cuando su alma entristeció por la aventura de ser y de extrañar lo que pasó consecuentemente con su ex- novio Darío. Se electrizó la forma de salvaguardar lo que permitió en su propio ser. De sobrevivir lo que no llevó la manera ni la sorpresa de vivir. Y era, ella, Andrea, la que quiso en el tiempo, cuando se amó intensamente un tórrido romance. Pero, todo acabó de tal manera que perpetró una forma extraña de ver y de sentir. Ahí, acabó toda la velada de esa noche mágica entre Pedro y Andrea. Cuando sólo se identificó la forma de amar de Pedro. Y, ella, lo presintió, cuando sólo acabó el dolor y que, tal vez, había llegado el amor. Se despiden con un beso eterno. Y, entonces, ella, Andrea, siente el amor renacer y volver a su corazón, que estaba tan deprimido y tan desoldado por todo lo ocurrido.

Es otro día más, en la vida de Andrea. Andrea, vá de vuelta a la playa. Y decide pasear por ella, otra vez, la playa, el sol en la piel, y la arena suave tocando la planta de sus pies, era todo para ella. Y quiso ser, como el sol, ir y venir entre rayos de luz tornasol en el cielo azul, pero, sus reflejos no le permitió definir el instante. Entonces, quiso ser como el mar abierto, viajó como todo Dios, por el mar abierto, y dejó claro, que el cielo se viste de ternura y de pasiones a la vez que ella quisiera en ser más de lo que es. Cuando le toca un corazón, como una trompeta como un tambor cerca de su propio caminar, dejando el cielo azul en la misma ciudad. Como lo fue un suspiro como el respiro de ese mar abierto. Y, ella,  Andrea, regresó a la década cuando conoció a Darío, cuando quiso amar a un hombre y sí, que lo consiguió. Quiso ser como la Eva de Adán, como la diosa Afrodita o como la Venus, esposa de Vulcano. Y quiso ser como ese mar abierto, pero, llegó a la verdad, que estaba tan sola como aquellas olas del mar abierto, que rozaban a sus pies, desde la orilla. Y se identificó como aquella vez, que floreció la rosa. Como aquella flor que fue su raíz feraz. Pero, no logró derribar el cielo. Cuando se electrizó más su piel. Como aquella vez que quiso ser como la única en aquella playa. Y después de sentir el corazón, quiso ser como los propios latidos en el alma. Cuando propuso ser a conciencia, lo que el alma deseaba.

Continuará………………………………………….