La intolerancia e incluso el desprecio por las ideas del otro es lo que nos pierde, lo que nos hace, precisamente, débiles frente a las ideas que debatimos y a veces con las que nos enfrentamos. Hace unos días recibí en mi correo un e-mail de una persona que, con palabras encendidas, criticaba mi pensamiento acerca de la religión católica tratándome incluso de ser un infiel. Yo por infiel entiendo que es una persona que no se somete a un pensamiento o ideología determinada y menos si es a la fuerza o por exigencias de otros. Ocurre que nos aferramos y nos agarramos a un pensamiento sin antes pensar, debatir y preguntarnos a nosotros mismos qué de verdad hay en lo que nos han dicho e impuesto creer desde niños, desde esa edad en que no tenemos capacidad de pensar por nosotros mismos y nuestras ideas sino por las que nos invitan e imponen creer.
Todo esto vino porque he escrito algunos artículos en los cuales afirmo, más que dudo, la no existencia de Dios, de ese Dios del que siempre y desde niño nos han hablado y hecho creer sin contar para nada, por parte de ellos, de si nuestra capacidad de comprensión era o no la adecuada para creer o no en esa idea de la existencia de Dios. A esta altura, creo, que el debate sobre la existencia de Dios resulta que apasiona o aburre según el estado de ánimo de los que participan en estas conversaciones y es por ello que, en algunas ocasiones, le doy más interés al hecho de la intransigencia de las personas en cuanto a respetar el pensamiento ajeno que a este mismo hecho en sí.
Hoy, a día de hoy y en estas circunstancias de la vida que arrastramos, la pregunta que yo personalmente me hago es la siguiente: ¿Para qué hace falta Dios?¿Acaso le tenemos aquí y ahora para que nos de y ofrezca ideas y pautas humanas de cómo solucionar lo que nosotros los hombres como seres humanos hemos hecho o destruído? En ese sentido, y en algún otro, creo que deberíamos plantearnos, al menos metafísicamente, la idea de Dios como alguien que, dado nuestra cierta ignorancia e incapacidad para comprenderlo todo, pudo crear el Universo, lo que ocurre es que cada vez más hay y existen más pruebas de que nadie pudo, o puede, crear nada – en este caso el Universo – desde su no existencia. Para mi, que soy un ignorante en esta materia y que sólo me llevo por mi propio pensamiento y de lo que he podido leer y por lo tanto razonar, la pregunta que me hago es muy sencilla: ¿Quién fue o existió antes, el Universo o Dios?, porque si el Universo fue antes ¿Quién lo creo?, y si fue después ¿para qué lo creó Dios?. Es más: si Dios no fuera el Creador ¿ Existe siquiera?.
Siempre he dicho, y es lo que creo, que Dios no es sino un producto de nuestra mente y que a Dios lo creamos el Ser humano como necesidad imperiosa para protegernos de nuestros miedos terrenales y de ahí nacieron las ideologías primero y a continuación las religiones y que son lo que ha enfrentado al hombre en la Tierra originando todas las guerras y matanzas que nos han destruido como seres espirituales.
Hace ya 2.500 años Demócrito decía que: “ Todo cuanto existe es fruto del azar y de la necesidad”. Si nos fijamos en esta frase tiene mucho más que pura lógica su significado y a partir de ahí no hubo ni se necesito de Dios para la creación ni del Universo ni de este mundo; otra cosas son las pajas mentales que cada cual nos queramos creer y ahí sí que digo que debería estar la verdadera paz y exigencia del respeto para que cada cual piense lo que quiera a razón de su capacidad intelectiva, sin intromisiones ni exigencias de ninguna clase y menos aún imposiciones.
Creer o no creer en Dios ofrece muchas posibilidades y alternativas y es ahí donde radica la grandeza del pensamiento humano, y es ahí también donde el hombre se hace grande y universal si logra alzarse en sus ideas y pensamientos sin tener que ofender a los que no piensan igual ya que, de existir ese Dios del que nos hablan, estoy seguro de que no se enfadaría por las muchas y variadas ideas y distintos pensamientos que cada cual tenemos y entre éstos los hay que son:
TEÍSTAS: éstos son quienes creen en un Dios personal, que creó el mundo y que interviene en él, que premia, castiga y recibe las oraciones de los hombres.
DEÍSTAS: son quienes admiten que Dios creo el Universo pero que no volvió a intervenir en él, algo que se parece mucho al famoso “Dios relojero” de Leibniz.
AGNÓSTICOS: son los que no se sienten capaz de responder a la pregunta de si Dios existe o no; simplemente no lo saben.
ATEOS: Creen que Dios no existe ni ha existido nunca.
APATEÍSTA: Que son aquellos para quien la existencia o no de Dios es un problema sin ninguna importancia y que no merece ser discutido.
En una ocasión leí de Borges la idea, suya, de que todos los escritores nos merecemos el cielo porque por lo general somos buenas personas y que eso es la primera condición, según él, que se da en una persona que escribe y que Dios, también según él, nos tiene un sitio asegurado a su derecha. Creo que fue sólo un comentario adecuado a razón de su estado de ánimo en ese momento, porque, quiero creerlo así, si Dios nos colocara en algún sitio nos debería colocar a la izquierda y no a la derecha con todas las connotaciones políticas y sociológicas que este hecho entraña, ¿O es que Dios no está informado, no lee, no sabe, de cómo y porqué está su mundo así y quien lo ha puesto así?
También está la idea de otro escritor argentino Patricio Sturlese el cual, en su libro,”La sexta vía” dice y expone que no se debería intentar esa demostración, - la de la existencia o no de Dios- porque si llegara a lograrse Dios no sería ya entonces estudiado en las iglesias sino en las universidades como una realidad comprobada y, de una vez y ya definitiva, científica y eso ya no haría innecesarias las distintas confesiones religiosas sino que acabaría con algo esencial a toda religión: la fe, que se volvería innecesaria ante un hecho cierto. Todo cambiaría.
Aquí y en estas palabras de Patricio es donde veo yo que está la razón principal del gran problema – y de todos los miedos - que tienen las religiones como instituciones terrenales y es que necesitan de eso que llaman la fe para someter al hombre y para ello ocurrió que debieron -todas las religiones – crear a un dios, al Dios que nos presentan. Dios no creó al Universo, ni al hombre y sí por el contrario fuimos nosotros los que le creamos a Él por nuestra necesidad en la que hemos encerrado siempre todos nuestros miedos.
Lázaro.