Las golondrinas
nos dejan, en la tarde,
su gran candor.
Es algo dulce
mirar su lindo vuelo
y ese zig-zag.
Detén el tiempo,
viajero de la vida,
puedes soñar.
Pero si quieres,
elévate en el aire,
juega con ellas
Sigue su vuelo,
sin rumbo ni destino
por campo y mar.
En un instante
tendrás toda esa magia
que tanto ansías.
Y cuando sientas
la brisa del nordeste
serás feliz.
Tendrás el alma
pendiente de un suspiro
al corazón.
Pero tus ojos
serán de golondrina
y tendrán paz.
Rafael Sánchez Ortega ©
31/05/19