Aunque mis heridas supuren,
callo en silencio,
el quejido de mis entrañas.
Aunque mis sentimientos acorten;
como vestiduras envejecida,
sigo amandome.
Aunque mis ríos
dejen de caudalar,
en las mezetas de mi rostro...
el sol se levantará por el ocaso.
Mañana es otro despertar.
Esté corazón encaminara
... Sin temor,
a las sendas del Altísimo,
mis labios pronunciará su nombre, y digo:
De quien temere?
Del enemigo?
De la noche?
De las saetas?
Oh!, de mi conciencia?
De quien he de atemorizarme?