Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Engañada - Parte Final~**

Y se encuentra con Pedro, en la misma playa, donde aquel día, descubrió el engaño de su ex-novio Darío. Y, ella, Andrea, vá en busca de amor, del amor perdido, el que ella ama, y que quería amar y ser amada como toda reina. Y Pedro, la abraza, y le dice que la ama. Y que sí, que quería casarse con ella. Que era demasiado el amor de él hacia ella. Andrea, se olvida de todo, lo de la vidente en la discoteca. Del truhán de occidente, del fraile, de la maestra de Tai-Chi, y hasta de todos los eruditos que había pasado en su vida, sin desear lo bueno para ella en esta vida. Y quedó maltrecha, desolada, y herida con ese dolor que le dió su ex-novio Darío, en esta vida. Sólo se sintió como “la engañada”. Pero, juró que nunca más había de volver a sentir eso. Del engaño, de la soledad, de la tristeza que le dió la infidelidad a ella. Se dijo que, el silencio, el amor y la compañía de Pedro le hacían venir bien a su vida. Más el mar, la playa y el sol a cuestas del cielo azul, le hacía bien a su piel, a sus ojos y más a su corazón. Se debió de enaltecer el odio en gotas de pasiones cuando yá su corazón le había perdonado a Darío su acto infiel. La vida socavó muy dentro de ella, muy adentro de la vida, y de la esencia, como la presencia, pero, fue al ausencia que sólo quiso lograr arribar en la vida rencores y súbitos desenlaces, como por ejemplo, el del odio y del rencor y el de la tristeza en su vida. Fue como derribar el silencio entre lo que ocurrió, más el deseo de ser amada como toda mujer valiente. Pero, no fue así, fue la más débil de las mujeres, cuando quiso amar y ser amada como la mujer de Darío. Pero sin olvidar el trance del trayecto que pasó como la más débil de las damas y tan asustada como el viento frío. Pero, llegó el tiempo de saber la verdad y de descubrir la esencia de la triste verdad. Cuando se fue el deseo en el amor. Cuando se fue el amor por un desierto en que se fue la triste soledad, sin cantimplora de agua para poder sobrevivir. Cuando el sol se fue por el otero, y la dejó la sedienta de deseos nuevos. Cuando se fue por el camino sin destino. Se fue la presencia y llegó la triste ausencia. Cuando se sintió la soledad, pero llegó la felicidad de Pedro y su vida y en su pobre vida. Andrea, “la engañada”, se casaba en dos semanas y con Pedro. Se fue por el cedro punto de partida del sol. Con la luz brillando de soles abiertos en crepúsculo sediento de luces bellas. Y quiso ser como la dama de un espíritu lleno de alma llena de luz. Y la felicidad llegó, otra vez, a su vida, con el temor de ser devorada por el amor, y la pasión y la inmensa emoción. Dentro del paraíso con el sol en el cielo. Cuando se llenó el cielo de su inmensa luz. Y fue feliz en ese instante, cuando se fundió el frío en calor, y la tristeza en pasiones cálidas y ardientes. Dentro de la soledad que aún logra derribar con la tristeza de llorar el amor de Darío. Y se fue por el mundo de la felicidad, de la alegría, y de la voluntad en ser feliz. Cuando se había derrumbado el cielo de gris en el llanto opaco y desolado por la infidelidad de Darío. Cuando se debió en enfriar el momento, pero, fue la más valiente cuando dejó por terminada la relación de su amor con Darío. Cuando el mundo se debió de entretener con el deseo y la pasión. Y el reflejo de haber solventado un rumbo de eterno camino. Pero, no fue así. Todo fue lo más infiel del momento. Cuando se fue el amor por un hueco de la triste realidad. Y se electrizó el instante en saber que el mundo es frío y sin calor de amor de un hombre que ella quería como si fuera único. Cuando sólo quiso ser como el aire y volar lejos de la cruda realidad. Cuando quiso ser como el agua del mar, tan abierto hacia el horizonte. Y se fue por el mundo del sufrimiento, de la soledad, y de la triste frialdad. Cuando quiso ser como el sol en el cielo. Cuando se fue por el tiempo, y por el ocaso frío. Y se sintió el deseo como el capricho más exquisito. Cuando sí se enamoró de Pedro, pues, si fue el primer hombre y novio de ella, de Andrea. Y quiso ser como el universo, o como las estrellas del mismo cielo. Cuando llegó el amor a Andrea, en un sólo destino como lo fue un buen camino. Y se sintió el deseo de ser joven y de amar como la aventura de ser por el amor una vez más. Y aceptó a Pedro, como su gran esposo y que se casaría en dos semanas. Y fue todo tan veloz como el viento y fugaz como las estrellas. “La engañada”, se casaba con Pedro, en dos semanas, sólo el rencor y la esencia, se devastaba en saber a conciencia, que el silencio, se enfrío más y más, cuando el amor estaba en el corazón y no en el pasado. Y, ella, Andrea, sabía todo desde su interior que quería casarse con Pedro. Y así fue, que lo quiso ella. Cuando en un abrir y cerrar de ojos, se debió de alterar más su esencia. Cuando su presencia quiso ser enaltecida como toda reina. Y así lo quiso ella. Preparó todo con una sutil delicadeza, como se caracterizaba ella. Con una finura que ella sólo solía y saber hacer. Sólo le tenía dos semanas. Y ella supo lo que valía el tiempo. Entregó las invitaciones y sabía que en poco tiempo, sería la esposa de Pedro. Y, más aún, supo que sería la mujer de su primer hombre, y de su primer novio. Quiso también en no ser más “la engañada”, juró que sería la mujer del universo y del firmamento. Reflejó el destino en un sólo camino.

 

Ni el truhán de occidente, ni el fraile, ni la maestra de Tai-Chi, ni los eruditos estuvieron el día de su unión en matrimonio. Ni el recuerdo de la vidente en la discoteca, ni el pasaje de premonición de la vidente en un futuro se recordó, ella en altar. Y, Pedro, pasional y enamorado de la mujer más digna del universo para él, le hizo dudar ni un instante en saber que el destino no cambiaría en algo. Y, él, Pedro, estaba tan enamorado de ella, que la quería en verdad como mujer y esposa, pero, falló en algo que la apuesta entre Darío y él, Pedro, se confirmó más y más, en venir lejos del mismo cielo y hasta del mismo altar. Como consecuencia, dentro de la misma cabalidad, entre Pedro y ella, Andrea. Pasan dos semanas, pues, el tiempo es el tiempo, en cada instante en que el amor, se abastece de calma, de la espera, más inesperada. Y sobrevivió en la decadencia, de amar lo que dejó el universo, y la manera de ver y de extrañar lo que dejó el sol en sombras de ineptitudes. Y fue Andrea, la que llegó en ese presagio, en saber que el destino lo llevaba dentro muy dentro. Y ese futuro le llegó a ella, por una apuesta que sólo él, Pedro, lo sabía todo. Pero, de qué valía hacer algo así, y todo por una mala apuesta que sólo soslayó dentro de la misma ansiedad, en dejarla en medio del altar, sola abandonada, y todo porque Darío, así lo quería. Ella Andrea, la valiente, se tornó tan insegura, que dejó de un lado a otro, lo que el destino perpetró con ella. Y él, Pedro, un hombre valeroso, no se dejó intimidar por un hombre llamado Darío, en que sólo el desierto lo llevó muy junto al cielo donde se encontraba ella, Andrea. Pero, a Andrea, no le viene la verdad de un truhán de occidente ni de la nefasta mentira, de entretejer lo que sería una mentira, como un truhán hace. Y de la verdad que sería una alternativa de supervivencia, entre Andrea y Pedro. Y se sabe que en el altar, en plena eucaristía, la dejaría un buen hombre que puso fin a un tórrido tormento, en saber que el destino, fue y será el nuevo futuro en descifrar que el desierto tiene luz y es la luna. Y saber que la manera de amar fue tan distinta como aquel primer amor de Andrea. “La engañada”, otra vez, entre la apuesta de Pedro y Darío, fue y será que la dejaría en pleno altar al casarse con ella. Y sin saber nada más, Andrea, ella, puso fin al ser tan valiente, como el sol y no como la lluvia fría de un cielo gris. Y puso fin, en el desierto y en la misma manera de querer amar, lo que conlleva, una sensación fría como el manantial puro que ella sentía sobre auqĺe hombre Darío, pero, que logró superar su infiel acto con alegrías de fidelidad del hombre con el cual ella se casaría luego. Y Pedro, fiel hombre, le cuenta todo a Andrea, minutos antes de la ceremonia. Y, ella, Andrea, decide hacer acto de presencia en tal altar, y que sería verdad lo que concretó y apostó con el hombre que se casaría. Y Pedro, en un acto armonioso, pero, temblando de miedo, concertó todo aquello que la apuesta requería, y dejó a Andrea en medio del altar a dos semanas después, del enlace. Y sucumbió en valentía y coraje aquello que se llama mujer. Y quiso ser como el héroe y más como la mujer de carne y hueso, que requería en ser a conciencia. Y delante de todos, dijo ella, -“aquí se terminó todo”.

 

Cuando se supone que Pedro, fuera a cobrar a aquella apuesta entre Darío y él, Pedro, se dió la inmensa sorpresa Darío. Fue ella, Andrea, la que puso fin a un tórrido romance, fue ella, Andrea, la que nunca se dejó engañar por él, por Darío. Y sucumbió en un sólo trance tan perfecto como aquella mirada que le dió Andrea, llena de valentía y coraje, en saber que el silencio es autónomo como aquel deseo de ella. Y que la premonición seria verdad, pues ella, la hizo más verdad, cuando ella quiso que fuera como la pura verdad. Y sí, puso final, a un romance que duró mucho y que el engaño duraría menos de lo inesperado. Cuando fue feliz por muchos años al lado de Pedro, un hombre valiente que amó intensamente a una mujer llamada Andrea Martínez.



FIN