Alma Erótica José Luis Agurto Zepeda.

UN CUENTO DE HOMBRES EN EL DÍA DE LA MUJER

Es mi natal Nicaragua, en donde “las mujeres paren hombres” (Ricardo Mayorga, boxeador) y corría el mes de noviembre. En el ambiente se empezaba a sentir los aires navideños, aunque no como en años anteriores. 

Noviembre es un mes particular. Entre otras razones, termina el periodo escolar. Jovencitos que salen de los Institutos de secundaria, con todas las ganas de disfrutar las vacaciones o… de seguir con esos amores de aula. Y yo, Miguel, era uno de ellos.
Apenas con dieciséis años encima, me sentía todo un hombre y así me lo había hecho saber mi papá. Al cumplir quince, el mero día de mi cumpleaños, me dijo: 
- Ya tienes quince años, es necesario que te hagás hombre, como hizo tu agüelo conmigo, así hago con vos. Hoy me acompañás, te llevaré donde las mujeres.
Ese día, según mi papá, me convertí, de niño a hombre. ¡Toda la inocencia perdida en tan poco tiempo! A partir de entonces, ya no vería con los mismos ojos.

En casa vivíamos, mi madre, mi padre y mi hermana (un año menor que yo), los quehaceres de la familia estaban bien divididos, cuando mi madre me decía que ayudara lavando los platos, pailas y demás, mi padre le gritaba:
- ¡Querés que se haga maricón! ¡Querés que se haga maricón el chavalo! ¡Ese es trabajo de mujeres!
Luego me decía que ayudara con la limpieza de mi cuarto y de la sala y mi padre le gritaba:
- ¡Querés que se haga maricón! ¡Querés que se haga maricón el chavalo! ¡Ese es trabajo de mujeres!
Y yo lo acompañaba en el sofá a ver el partido de beisbol; mientras, mi hermana pasaba la escoba y el lampazo debajo de nuestros pies.

Pero, volviendo a noviembre, no quería separarme de mi novia y comenzamos a tener relaciones sexuales. Mi madre me aconsejaba que dejara de hacer eso, que no estábamos preparados y mi padre le gritaba:

- ¡Querés que se haga maricón! ¡Querés que se haga maricón el chavalo! ¡Ese es mi hijo! ¡Es todo un hombre! Ya está en edad de hacer eso.
Un día de tantos, mi hermana menor les dio la noticia; pero, no era cualquier noticia:
- Mamá, papá…estoy embarazada.

Mi madre rompió en llanto, mi padre le dio una paliza que casi la mata y gritaba:
- ¡Cómo pasó estoooo! ¡No tienes edad para tener relaciones sexuales y nos venís con tu domingo siete!
- ¡Te me vas de la casa! ¡Te me vas de la casa! ¡No voy a consentir faltas a la moral en esta casa!

Mi madre, armándose de valor, no permitió que mi hermana se fuera de casa y le exigió a mi padre que se fuera él. Esto causó la separación de mis padres y ahora seguimos siendo cuatro: Mi madre, mi hermana menor, mi sobrino y yo.

¿Esperaban un final feliz? Aunque no lo crean, este es el mejor final que podía pasar.

Entonces, comprendí el valor de la mujer: Mi madre, mi hermana y todas las mujeres.
Ahora veo la doble moral de mi padre y lo retorcido de la educación que recibimos. El ayudar con los quehaceres de la casa, no me haría un maricón, (según decía él) y mientras estaba bien que yo tuviera a mi novia por mujer, no lo era que mi hermana fuera la mujer de su novio.

El machismo es un mal que corroe el interior y la mente de nuestras familias. Es tiempo que hagamos el cambio. 

¿Qué crees que podemos hacer para cambiar las cosas?



Alma Erótica
José Luis Agurto Zepeda
Managua, Nicaragua
8 de marzo 2019