Apolo

II

II

 

Abandonando el pedazo de suelo

en el que fui sepultado,

voy arrancando las jacarandas

que planté un día de invierno;

voy deshojando un girasol

esperando que la última hoja

sea un “me quiero”

y no un “me he fallado”.

 

Camino con el rostro deforme,

lleno de tarascadas y moretones,

                                               las uñas rojas

la piel pútrida;

huyo de la silueta negra

que proyecta mi cadáver,

que clava sus garras en mis talones

haciendo que caiga de nuevo

a las tinieblas que él habita.