Hemos instalado una paradoja en medio de los dos
estamos tan cerca y a la vez tan lejos.
Colocar la distancia más absurda
cuando hay un brillo etéreo,
que proviene de nuestra entraña
es lo más frágil que pueda existir
como una hoja que en el suelo;
pretende permanecer inmóvil a los vientos de febrero.
Somos como dos niños intentando desatar
a un nudo en medio de la obscuridad
con un par de soles en nuestros bolsillos
que nos alcanza incluso
para derretir toda la escarcha del universo.