Un sueño de oro se derramaba en el oriente,
el alba era de célica luz un resplandor,
el azul tendía sus blancas alas al aura
y todo era paz, quietud, silencio y luz de amor.
Los labios del céfiro besaban las plateadas
hojas de los álamos y a ellas llegaba el dulzor
de la suave fragancia de rosas que lloraban
en la frágil mañana su delirio y esplendor.
Unos apasionados gorjeos el aire herían
en lo azul de una rama de un pájaro cantor,
eran los angustiados suspiros de mi pena
que el viento se llevaba en el apacible albor.
En el plateado espejo del agua cristalina
se reflejaba la agria imagen de mi dolor,
mientras un sueño de oro volaba en el oriente
y todo era silencio y luz a mi alrededor.