Sonaba el agua
bajando por el río
y sus meandros.
Tú la escuchabas,
querida mariposa,
mientras volabas.
Y te posaste,
despacio sobre un lirio,
a descansar.
Pero una nube,
traviesa, por el cielo,
borró tu luz.
Y el bello sol,
quedó sin regalarnos
tanta alegría.
¡El agua gris,
el lirio solitario,
la mariposa...!
Y me quedé,
sumido en el silencio,
con mis recuerdos.
Hasta que el cielo,
de pronto, en un suspiro,
me acarició.
Sigue adelante,
me dijo en un susurro,
si acaso sueña...
Rafael Sánchez Ortega ©
04/06/19