Su pasión tan voraz, tan insaciable,
con sus besos ardientes me quemaba,
y su fuego, mis fibras inundaba
de manera mortal, inconfesable.
En su tersa, excitante piel morena,
se sentía vibrar todo su anhelo,
cuyas alas llevaban hasta el cielo
con su estampa de virgen Macarena.
Cual milagro que un dios me concediera,
recorrí de sus formas el sendero,
y su boca sirvió de abrevadero
con las mieles mas dulces que bebiera.
Y los rayos celestes de la luna
alumbraban con cálida ternura,
dibujando su espléndida figura
en la orilla de mágica laguna.
Parecía magnífica amazona
con su talle de palma cimbradora,
absorbiendo con fuerza arrolladora,
de mi mente, la parte que razona.
Fue volcán eructando ardiente lava
en un río candente de pasiones;
penetraba de mi alma sus rincones
cual sirena que a Ulises conquistaba.
Y llegamos al éxtasis supremo
apresados en arias celestiales,
que llevaban sus notas musicales
con perfume de rojo crisantemo.
Esa noche sería gran prefacio
con grandiosas escenas voluptuosas,
con hirvientes caricias tempestuosas
que imitaban los \"Cuentos de Boccacio.
Autor: Aníbal Rodríguez.