Se desprendió y comenzó a caer.
Perfecta esfera de precioso y frágil cristal.
Quise asirla pero fue imposible.
La vi caer, juro que pude escuchar su trayecto.
A cierto punto parecía suspendida en el tiempo y el espacio,
pero no, caía sin reserva alguna.
Se estrelló contra el suelo de granito.
Un ruido extraño que llamó la atención de todos.
Se hizo mil pedazos y se dispersó por doquier.
Quise recoger los fragmentos y recomponerla de nuevo,
mas me di cuenta que era algo imposible.
No es posible devolverle la frescura a una rosa marchita.
No se puede aferrar un alma una vez que decide partir.
Imposible regresar al pasado y cambiar los acontecimientos.
Solo resta recordar la belleza de lo que fue en su momento.
La alegría que nos proporcionó, los gratos instantes compartidos.
Nada fácil aprender a dejar ir, decir adiós y aceptar que todo terminó.
Así es la vida, un eterno devenir, donde las gotas del tiempo destilan sin prisas,
agotando el existir entre lágrimas, alegrías, sudor y risas.