EL ÚLTIMO MENSAJE
En el último mensaje brota cierta tristeza,
anoche me lo dijo tu voz,
no hablo de abismo o de lejanía,
no hablo de letargo, melancolía o nostalgia
de quererte viva,
sin embargo, en tu último mensaje
hablaste con tantísimo amor que sentí
esa belleza inigualable que regalas día tras día.
Hoy he visto que dentro de la biblioteca
de mi pueblo habita la biblioteca de tu ciudad,
con sus libros y mis recuerdos,
que eres tú quien vive en ellos,
pero ahora estoy posado en el tronco del árbol,
más despierto que nunca,
tú que me lo das todo, yo que sin ti no sé qué haría,
bajo esta sombra que se alimenta de la luz
de tus labios y ligeramente recorre tu piel
palmo a palmo, sin dejar poros intactos,
creo tanto en ti que cualquier cosa que me confieses
calaría tan hondo que ese camino lleno de sueños
sería un recorrido de una sola vía estrecha,
tus manos, tus senos, la dulzura de tu gesto,
el calor de tu cuerpo y el saber que existe una mañana
perfecta para entender que cada paso
que compartimos es un designio y no una huida.
Por eso necesito tus mensajes,
y como ya te dije en épocas pasadas,
no me faltes nunca, que si te ausentas también
me faltará el contexto de todos los textos que dieron de sí
después de ver tu fotografía,
ni te calles en ninguno de los silencios,
aunque lograses quitarme la vida a manos llenas.