El régimen persiguió a Boris
hasta su muerte.
Treinta años sin llamar
la atención,
sin alaridos.
Yo, simplemente,
me he convertido
en trasparente.
Cuidado, un pasante me ha visto
e inclina la cabeza avergonzado.
Durante un segundo temí
escuchar los buenos días.
Ahora dobla la esquina,
la bruma abraza su espalda,
arrastra el pie
en círculos de nieve.
En horas como esta
me asiste la plegaria,
corto pan negro,
pepinillo encurtido
en agua azucarada y muerdo
el labio hasta que duela.
Me echarán de este infierno
mientras pulo palabras,
rodilla doblegada
frente a quienes abandoné
y prosiguen en vida,
-Si los menciono me materializo-
cuidado, en este hospicio
aspiran a la normalidad,
y no he limpiado,
la cal
que ahoga
mis uñas.
de El centeno que corta el aire, editora Betania, Madrid, 2013