La brisa marina acaricia mi tez cansada.
El salitre me abraza y deja su esencia en mi piel.
Miro y admiro los primeros rayos de sol, de este día especial para mí.
Cabalgan en mi memoria tantos y tantos recuerdos, suscitando una inmensidad de sentimientos.
Ante nada quiero agradecer a Dios por el don de la vida, por la familia en la cual nací, por toda la gente que he encontrado en mi existir. Ya son 52 años, quien lo diría. De joven y adolescente siempre pensé que llegaría solo a los 50 años, locura de juventud.
Miro atrás y veo todo el camino recorrido, soy lo que soy gracias a todo lo vivido, incluido aquello menos grato o doloroso. La piedra que encontré en el camino, la zancadilla que me hizo caer, me ayudó a conocerme más y conocer a quien estaba a mi lado.
Gran aventura el vivir, pasan los años como arena entre los dedos.
Viajar por el mundo me ha dado la oportunidad de conocer diferentes culturas, lenguas, costumbres. Un privilegio sin duda. Me ha abierto un horizonte inmenso.
La escritura, que desde niño me acompaña la he podido canalizar en esta gran familia de “poemas del alma”. Mi casa. Así la siento, defiendo y considero.
En seis años que llevo aquí, me he topado con una cantidad inmensa de poetas, poetisas, escritoras, escritores de los cuales he aprendido y no poco, aún sigo en ese aprender constante.
Quiero agradecer públicamente en especial a aquellos que me han regalado su amistad. Amigas y amigos sinceros, un gran don que me ha regalado la Providencia. También quiero recordar a los que ya han partido de este mundo y están formando la gran familia de poemas junto al Padre Eterno, desde allá nos bendicen y acompañan.
Siempre he sido educado, respetuoso con todos, sobre todo considerando la diversidad tan grande que existe aquí. Diferentes culturas, creencias, modos de pensar y reflexionar. Cuando he cometido errores o he dicho (escrito) una palabra de más he pedido perdón y he reconocido. Nunca con la intención de herir, ofender, ironizar, entrar en polémicas, la verdad que paso de ellas. Eso sí, el mismo respeto que doy, lo pido para con mi persona.
Mi mirada se pierde en el horizonte inmenso de este mar, que me regala una variedad de colores en este nuevo día. Un nuevo amanecer cargado de esperanza. Convencido estoy de que lo mejor está llegando en mi vida.
Oro en silencio (soy creyente y no me arrepiento ni me avergüenzo de ello) y repito una y mil veces: gracias, gracias, gracias….