Mientras el pueblo rezaba
un obispo muy ladino
le decía al asesino
cuanto su traición costaba.
Con el tirano cenaba
dando del banco su cuenta
mientras la calle revienta
con tanta sangre vertida,
mas el defiende su vida
y su capital, que aumenta.
Me recordó al cardenal
cuando al Hitler bendecía
las armas que ocuparía
en su locura infernal
para causar tanto mal
al mundo que destrozaba
y con soberbia avanzaba
como fiera venenosa
y la sangre generosa
de la Europa derramaba.
Como el mas vil traicionero
que entregara al buen Jesús,
este, portando su cruz
cambia al pueblo por dinero.
Con un corazón de acero
no le importó su rebaño
y se convierte en el caño
de la peor podredumbre
mezclándose con la cumbre
que a la patria causa daño.
¡Ay de ustedes fariseos
les dijo Cristo a los curas
que por dentro son basuras
y por fuera mausoleos.
Brillan como camafeos
de grana y de oro pintados
pero están abarrotados
de hipocresía y codicia
y puede mas su avaricia
que sus deberes sagrados!
¡Serpientes, viles gusanos
como escaparan del juicio
sin cómplices son del vicio
y de los crueles tiranos.
Asesinan sus hermanos
que les envié de profetas
para corregir las grietas
del poder desmesurado,
mas los han sacrificado
para truncarles sus metas!
Le pregunto Judas Brenes:
¿Que le dice su conciencia
cuando mira la inclemencia
que tratan a los rehenes?
Pero usted, por unos cienes
de pesos, que son manchados
con la sangre de inmolados
por la patria defender,
hoy ya no los quiere ver
con sus bolsillos cargados.
Autor: Aníbal Rodríguez E