En una negra pizarra
cuando niño yo escribía
mis primeros garabatos
que luego se convertían en poesía,
la maestra me decía
eso lo escribes en tu casa
aquí a la escuela se viene
a aprender otras cosas,
y yo, aunque pequeño, me reía
y cuando no se daba cuenta
de nuevo a la poesía
y así fuí creciendo
entre musas y letras
desde entonces sigo escribiendo
en el papel de la libreta,
y es el corazón el que habla
medita, y hilbána palabras
en los jardines de los recuerdos
allí donde sueña el alma,
en los confines del tiempo
miles de musas cabalgaban
y hoy ya cansado, sigo escribiendo
con la experiencia que dan las canas
con el dolor que llevamos dentro,
no uso la métrica para nada
de mi corazón saco mis sentimientos
y eso no se adorna con nada
yo escribo siempre lo que siento,
unas veces triste, otras veces contento
en el acantilado, despeño yo el sufrimiento
y regalo mis palabras
como pétalos de rosas al viento,
Dios me hizo poeta
me dió la lira y el aliento
y facilidad de palabra
para sacarlas de dentro
del pozo del alma,
con un cubíto viejo
son chorrílos de agua clara
donde beben los sedientos
son pan para el que tiene hambre
algodones y vendas, para el que sufre en silencío,
es pobre y humilde mi poesía
pero ahoga los lamentos
y aparta los oscuros nubarrones
dejando pasar el sol dorado del tiempo,
y hoy me paro a pensar
en aquella escuela de pequeño
aquella pizarra negra
donde yo escribía mis primeros versos,
aquellos primeros garabatos
que hoy con cariño yo beso...
Aquella vieja escuela
que me trae tantos recuerdos...
Aquellos parvulítos
aquella gruñona maestra
un diploma de honor
para los poetas nuevos...