Las rosas de mi jardín lucen traje de gala
entre redondos colores y blancos aromas;
sus irisados destellos hieren el azul
como urentes flechas de una mirada amorosa.
De néctar llenos sus pétalos de terciopelo
liban con deleite las doradas mariposas
y en el fresco clarear de la suave primavera
translúcidas perlas orlan su sutil corola.
Por el éter fluyen sus refulgentes colores
entre blancos claveles y rojas amapolas,
como la nívea espuma que el mar atraviesa
a caballo en la cresta de una colosal ola.
Sus colores se apagan en la noche callada
cuando todo duerme entre las nítidas sombras,
pero en el alegre despertar del nuevo día
relucen con fulgor en los brazos de la aurora.