Ellos, que partieron de muy lejos
hoy, les acoges entre tus manos.
Y en su despertar, el lloro más sublime
les sonríe el mejor de tus aplausos.
Conocedora de su innata congoja
que añora y envidia tu ayer
ya es bendición sin palabras
el rincón que no guarda rehén.
Dueña, conquistadora de sus deseos
de tu juego, hallaste posibles anhelos,
chasquidos en reto, amor en gestos,
música imberbe, el sentir de cálidos besos.
Cristal en niebla... veneno de lo eterno
eres tú quien envuelve su latir en sueños
que temen del ir de su tiempo, el vacío en cero,
la gélida caricia de un abrazo en acecho.
Mas desde aquí te imploro...
Vida, no seas mar ni cielo
en estas almas aún en vuelo,
sin embargo...
recibe de mi mirar en verso
un pedazo de este corazón en duelo.