En el pico se ha deshecho la nevada,
transformando la montaña en un torrente,
con sus aguas se ha formado una cascada
empujando con su fuerza la corriente.
Recorriendo un largo trecho que es sombrío,
al llegar hasta los valles va dejando,
esa fuerza que en lo alto va empujando,
unas aguas que caminan hacia el río.
En sus aguas cristalinas yo bebía
al llegar el torrente hasta la fuente,
observando en ese espejo transparente
la silueta de la dama a quien quería.
El torrente monte abajo se ha dejado
ese impulso y también las turbulencias,
transformando en un remanso de paciencia
un caudal que se veía muy calmado.
Su figura reflejada en esa fuente
repetía su presencia en la laguna,
donde el río al reflejo de la luna
se asomaba al llegar de la pendiente.
Un angosto recorrido entre cañones,
le ha llevado al final a su destino,
donde el río terminaba su camino,
evocando esos reflejos cual canciones.
J. Piñeiro