Hasta Hitler tuvo esposa.
Los mayores sádicos
También pueden emparejarse.
Pero ni Eva Braun
En su arrastrado afecto
Cayó en la peor de las bajezas;
Negar el Holocausto.
Porque si, era cónyuge de un enfermo
Y no tan solo la convincente coartada
Para las portadas con la absurda
Mueca de una recién casada.
Y a los mediocres eso les bastaría
Para dar una semejanza de normalidad.
Ignorando que una nupcia
No tapa la monstruosidad.
Es que ella si, realmente era su Gemahlin
Tan demente como su Ehemann.
No era únicamente cómplice de sus vilezas.
Por eso ni la Braun osaría intentar
Hacer de lo irrefutable
Un perjurio tergiversable.
O adulterar la tortura en papel
El libro maldito de Ana Frank.
El único legado que el nazismo ha dejado.
Una remanencia de indeleble existencia
Un testimonio que jamas será borrado.
Ni el adefesio mayor pretendería
Adueñarse de su vida eterna
Es eso, las experiencias inalterables
Las historias reales de principios y finales.
Y aunque existan algunos renegados
Que en su arenero traten de soterrar
Los cuerpos estos brotaran en tallos
Como cardos los mas fieros
Espinosos dispuestos a punzar
A todo el que intente la tragedia velar.
Y hasta Hitler el torturador,
Conservo una pizca de honor.
Y prefirió su cuello decapitar
Que hacer de una catacumba judea
Un fatídico hogar.
JULIETA IALLORENZI
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