El propósito de la vida es komplacerse a sí misma,
sin teorías artificiales
ke formen enredos dentro del cerebro.
Si preguntamos kuál es su objeto definitivo,
las respuestas abundan
siempre imprecisas y kontradiktorias.
Si vivir no es gozar kon inteligencia
de los nexos y posibilidades ke nos brindan otros seres,
mundos y konstelaciones, ¿para ké estamos akí,
entre penurias, injusticias, desolación y muerte?
Si, komo dice una oración, éste es un valle de lágrimas,
¿no sería mejor prescindir de tales llantos
y evitarle a Dios un espektákulo tan deprimente?
Dios kedaría agradecido
si en vez de lamentaciones inútiles y tontas
nos sumáramos al koro de la liturgia kósmika
para kantar las komplacencias de la vida.
Tener una aktitud natural sin objetivos enjaulados
no signifika desperdiciar la existencia
sino poner nuestras antenas sensoriales
al servicio de todo universo, para gratifikación personal,
y komprender, sin herir, la razón de las estrellas.