Sabía que aquello no le convenía y aún así decidió tentar a la suerte. Había tenido muchas oportunidades de darse la vuelta y huir de aquellos ojos embaucadores, de aquella sonrisa atrayente y de aquel cuerpo vertiginoso, pero se metió a fondo en la marea seductora auspiciada por una morbosa atracción y ya era demasiado tarde para retroceder. A sus espaldas solo un abismo insondable. Al tener conocimiento de su oscuro pasado, lo más sensato hubiera sido alejarse sin dilación, pero haciendo balance, sus sentimientos pesaban más que cualquier tacha pretérita, por muy reciente que ésta fuera. Su poderosa razón no había sido suficiente para rechazar los envites del corazón, dejándose llevar por el aldabonazo de un amor fatal. El arrepentimiento no era una opción factible y por lo tanto no había vuelta de hoja; la desisión estaba tomada. Aun sabiendo que el ángel caído le estaría esperando con el tridente afilado, aceptó después de proponerse exprimir al máximo el tiempo que le restase por gozar de su compañía.