Yo diré en voz alta
aquello que me persigue
y apenas deja tregua mientras,
su llama infernal, conquista
cada gota impura de mi oasis.
Es este original baile de disfraces
continuo
el que arremete contra mí y mi pecho
otrora
indiferente. Son los puentes
destinados al comienzo de la vida,
los que peligran, los que están en juego.
Son los sagrados hilos de los que pende
la vida
los que aparentan ruina.
Diré de la vida y su apariencia siniestra.
Diré de la voz que surge de mi propia voz, enamorada,
celestina.
Matrimonio más alto no se ha visto sobre la tierra.
Almohada contra almohada desalojo con desalojo.
Y llanto tras llanto, rodar de dientes en eterna disputa.
Oh consuélame, buen hombre, dígnate a mostrar
tu figura errante y errática por las noches oscuras y dinámicas.
Yo diré que sangre me insta a palidecer ante los colores.
Hermosos ángeles tropezadores que veis mis pies desde los llanos.
Contratadores de manos de cal y viento.
Rosales ardiendo en mitad del desierto, incombustibles.
Este sereno arder de las lecciones de la violencia.
Esta cosecha inmemorial de los cereales vomitivos.
Yo diré por qué mi pecho arde y se lastima
como un enebro solitario que buscara compañía.
Yo diré por qué arde mi voz en clara contradicción.
Y los vientos conquistados, y las secretas calmas
de la noche embrujada.
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