De entre tu mano,
temblando resurgía,
la mariposa.
Ella temblaba,
sus alas se movían,
querían luz.
Tú se la dabas
y allí se la ofrecías,
sobre tus dedos.
Bendita luz
de un día floreciente
de primavera.
Bendito amor
del niño ilusionado
con una infancia.
Así la vive,
tal vez intensamente,
en cada instante.
Mira los cielos
buscando a las estrellas
y las gaviotas.
Y mira al mar,
las olas le responden
con las resacas.
La mariposa
se escapa de tu mano,
para volar.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/06/19