Cada rosa silvestre, ajena
a las flores estridentes
que venden en la botica francesa,
perfora mi lengua.
En un Café
apestoso a colonia,
a mi lado leen
versos insanos,
biografías de parias,
entre putas
que se han puesto falo,
drogadictos que salen
de la morfina cotidiana
y emanan una cálida luz
por el pecho
con ningún instrumento de limpieza
con ningún lustra candelabros
he podido apartarlos
perdonen, desquicio al hablar,
lo que me importa
posa paloma en la ventana
tengo algodón
en cada oreja
y me acompaña
el suave crepitar de papeles
donde garabateo
la antimolécula,
letras que cuento,
con facilidad
me ayuda la mano
cuento monedas
si me quejo
la yema se enreda,
cuento el exilio
y voy sin prisa,
mi padre ha muerto
y junto al rabino
desgarro la camisa.
Estoy hambrienta,
pero nada me apetece tanto
como un caramelo en su bolsillo.
No tuve tiempo
para explicarme al mundo,
mirad, se calma el mar,
se ausenta la brisa,
he dicho lo que he dicho
fuera
en otro lugar
sin sentido.
No hubo regreso
y es de Hombre
la cabeza
que sale
de mi costilla.
del cuaderno
Zupia, Editions Hoy no he visto el paraíso, 2016