Despunta el día: lento el sol aparece. Al brillar su mirada él busca a la luna. Ella, con la noche aún entrelazada en su cabellera plata, siempre lo aguarda y lo observa con suma dulzura. Se contemplan extasiados. Cuando el firmamento se llena de oro y luz, ella -sirena del cielo- entre celestes se esfuma. Él, con mucho amor, la observa sin aflicción.
Por un milagroso espacio mágico, sin cuestionar su esencia y misión, sin medir tiempos ni predecir destinos, con plenitud en el alma, ellos -ídolos en el gran universo- puramente… se aman.
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P-Car
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Paty Carvajal-Chile
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