I- El vino corre
entre los hombres
que retiran las entrañas
a los peces.
Las vísceras sobre la mesa
atraen a los gavilanes
que planean el puerto.
Carroñeros de mar,
las alas extendidas
gotean la triste lluvia
como si fuese
vino blanco,
de un blanco dorado.
Los hombres tienen cita
en la prodigiosa pocilga
donde el hambre
ha elegido hábitat.
II- Brutos sobre el trigo
al galope en amarilla ciudad
colindante con la gracia.
La espuma asciende
de los ovarios a la boca,
se pega al marco de la puerta
hiere con hacha
el bajo vientre.
Con un golpe en el cuello
derriban al potro,
de su cuerpo fluye miel
pero será filete,
una ofensa inútil
sobre el mantel.
III- En este puerto
de pescadores tristes
el mar es un charco
milimetrado por radares
huele a sardina
cuando abro la boca
entre moscas
deshago la lombriz en dos
y me amortajo
en el filo del cuchillo.
IV- El viñedo herido
en parcelas simétricas
exhuma zumo
de rocío y brumas
blanquísimo
cual cabellera de anciano
que recobra la pureza,
el gusanillo amenaza
al himen deformado
que impone madurez
a la uva negra.
En la estrechez,
la uva vengativa
embriaga al troquel.
El águila de mar
olfatea desperdicios:
nadie es de aquí,
donde patean la frutilla
y el nativo desespera,
repta hasta el pez
en el vaivén sube,
baja la marea
santifican la botella.
V- Muerdo un bocadillo grasiento
quinto o sexto en retahíla,
desde la taberna contemplo
a hombres y mujeres
que solicitan papeles
con las mandíbulas apretadas
envueltos en la sal que molesta
la educación del estadista.
Son ilegales
en la bodega de aguas,
agua que anega el barco y
niega los pulmones.
Los pájaros sobre el pescado,
el hígado de un marrón sanguinolento
suda la triste resina
de lo que fue océano
océano sobre la creencia:
el futuro es milagro,
el pasado una grotesca gesta.
Bebo,
he bebido sangre de pescado
sin poder inyectarme
una dosis de amor,
si me aprietan el dedo
dentelleo el ojo del pez
me han arrebatado
la última pepita,
me hacía ilusión
sentirla entre los dientes.
VI- No he tocado
el filete de potro
y canto a capela
puede que llueva,
por la suela del zapato
entra fango que no es
de mi tierra y se seca
en el tobillo me aprisiona
cuando bebo en la jarra
el brebaje de aquel tiempo
en que capaban las orejas
y martillearon mi lengua.
del cuaderno Zupia,
Editions Hoy no he visto el paraíso,2016