NOTA PREVIA:
Fue al volver leer hoy el artículo \"Al Maestro con Cariño\" del compañero Rafael Escobar y cotejar sus argumentos de los que habla y escribe con los míos y mi experiencia años atrás primero en la Irlanda del IRA y años después en la Euskadi de ETA en la década de los ochenta en plena lucha armada de liberación de ambos pueblos cuando me acordé de este escrito publicado por mí hace años en el cual lo único que ha quedado demostrado es que el tiempo, y la realidad, no ha solucionado nada.
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“Mi sargento, voy a subir a limpiar la cámara, que no veo nada...”, es lo que le dice un soldado español subiéndose por segunda vez a la parte superior de un tanque para quitar las gotas de lluvia que cubre el objetivo de la cámara que está sobre el RG-31 y desde la cual el tirador vigila los alrededores y apunta al blanco...”
Leo esta información y siento una extraña sensación de rabia, de impotencia, de dejadez e incluso diría que hasta de asco de lo que es, somos, la condición humana. Hablo de la situación de soldados españoles asentados en un país lejano en el cual no hay, o creo yo que no lo hay, intereses patrios algunos soportando unas condiciones de vida inhumanas para, como siempre y desde siempre, me imagino servir a los intereses de castas peligrosísimas y que casi nunca son juzgadas por los crímenes que cometen o mandan cometer.
Estos soldados, casi siempre simples mercenarios por cuestión de necesidades económicas en las cuales incluso se juegan la vida, están ahí en Afganistá en unas condiciones de vida que rozan el tercermundismo, y lo que es peor: a quienes vigilan (porque es a eso a lo que van o son mandados: a vigilar) aún viven y están en peores circunstancias que ellos los mismos soldados españoles. Entonces, me pregunto: ¿qué hacen ahí? ¿qué buscan o a quiénes y qué representan? Esos lugares en que están esos soldados españoles lo conforman barriadas enteras de casas de adobe que apenas se mantienen en pie, la mayoría de ellas cubiertas en sus techos con simples plásticos y planchas de chapas que a duras penas logran evitar que les entren el agua cuando llueve; lo que se ve por doquier es miseria, hambre, tristeza, pobreza; sobre todo una pobreza distinta dado que es impuesta por los mismos que dicen estar allí para llevar y proteger la democracia, ¿de qué democracia hablan? Es de lo que uno no acaba nunca de preguntar.
Uno ve esto, lo visualiza desde la lejanía, y no puede evitar sentir tristeza, una tristeza cubierta de resignación porque entiende que el tiempo, los tiempos, no han pasado para algunos y que todavía se someten, se castigan y se odian a otros Pueblos de la misma manera que se hicieran allá por el siglo XVI, total para robarles lo mucho o poco que han tenido o tienen; es lo que digo yo: extractos de la miseria humana.
Lázaro.
Publicado en Diario de las Palmas, abril de 2011.