Los recuerdos de la niñez
se me pierden.
Centro la atención en una retrospectiva
que se borran en el tiempo,
como quien mira fijamente un punto
en el espacio infinito,
como quien fija su mente
en los más remotos recuerdos de la infancia.
Y allí estoy yo,
en brazos de mi padre
viajando en un ruidoso tranvía de la época,
seguramente de los últimos
que traquetearon por las calles de La Habana.
Me veo y no lo creo.
Era apenas un niño de meses,
que lloraba y lloraba,
temeroso de un mundo que desde entonces,
me asustaba.
Es increíble que la mente humana
pueda guardar en su libro del pasado,
hasta la más simple palabra.
Hoy puedo recordar hasta el olor de los pupitres
de la escuela de la maestra Blanquita,
que por entonces ya apenas caminaba.
Pero pasan los años
y la mente ya no puede
en el libro del pasado
sumar nuevas páginas.
Entonces mezclará las historias,
inventará cuentos que no son de hadas
y borrando unas, y otras,
no quedará nada.
Frank Calle (23/ene/2018)