Su intimidad ella esconde debajo
de túnicas de esencia de camaleón,
blanco para su castidad,
protegida por espinas perniciosas,
matices de rosa para su coquetería.
Su aroma seductora atrae
a los ladrones voladores,
pero resistencia no se muestra
a este robo munificente
de su néctar preciosa
Sus pétalos de terciopelo
uno por uno en otoño se desechan,
cual los velos de Solomé,
hasta por fin temblando,
su desnudez se divulga
Aunque sea acéfala todo un invierno,
en una certeza ella puede confiar,
al llegar la próxima primavera
la rosa de nuevo florecerá
con una fragancia aun más intensa
David Arthur ©®
El cuadro de propio pincel