El universo es un misterio
y nosotros exploradores;
arqueólogos que buscan respuestas
a las interrogantes más profundas:
¿Quiénes somos?
¿Para qué estamos aquí?
¿Hacia dónde vamos?
Y en esa búsqueda
nos vemos como el niño que juega sobre tierra
y que poco a poco asume lo que ven sus ojos.
entre la textura de las rocas y el olfato de las flores
obtiene registros
así, el Niño intuye que todo es un rompecabezas
y en cada muestra que examina
siente que ha obtenido alguna de las piezas.
Pero el rompecabezas se presume infinito
y el niño intenta contar lo incuantificable
luego
del sendero emerge algún milagro
como una aspirina para la desilusión
de esos que los sabios llaman paradojas
y el Niño olvida sus preguntas
aunque sea por un momento
y se mece en la cuna de un instante
que le sabe a eternidad.