Cada mañana seguía
el aroma de tus ojos
cafetales ardientes
ungüentos que despertaban
mi sonoridad.
En la tarde me perdía
en tus pupilas que ardían
pastizales de ebriedad
mordiendo como un eclipse
de la luna su emocionalidad.
Hoy temprano tus párpados
creyéndose melancolía
se cierran tras lo mundano
para ver tu sol brillando
en este reflejo de paz.