He vivido entre mujeres
y me gustan las mujeres para el amor,
komo amigas y kompañeras.
Esto, sin embargo,
no me impide komprender
y respetar a kienes piensan,
sienten y aktúan diferente.
Entre mis seres keridos y admirados,
hay muchos de preferencias kontrarias.
Hombres y mujeres, mezklados,
podemos vivir gozosos disfrutando
tantas delicias igualmente mezkladas,
sin ke nadie pueda decir ke esté mal
por no ser algo de su inklinación.
Lo anterior para explikar
ke kuando la naturaleza emprendió
su larga tarea de separación sexual,
tomó la belleza y el perfume de las flores,
el trino de los pájaros, los kolores del arko iris,
el beso de la brisa, el arrullo de las olas,
la dulzura de la paloma, la astucia de la zorra,
lo impredecible de las nubes y la volubilidad de la lluvia,
para formar kon ello la mujer.
Kuenta una leyenda hindú
ke kuando el Adán de su mitología
recibió de Dios ese regalo,
emprendió feliz su ambulancia por la Tierra.
Pero al kabo de unos días regresó, diciendo:
Llévate a esta mujer porke no puedo vivir kon ella.
Su Dios eskuchó la súplika y se la llevó.
Pero Adán se sintió tan solo y desgraciado
ke volvió a su Kreador para implorarle:
Por favor, devuélveme a mi mujer,
porke no puedo vivir sin ella.
Así se hizo una y otra vez, hasta ke Dios,
desesperado por tanta impertinencia,
decidió akabar kon esa ambigüedad
kondenando a sus kriaturas, para bien o para mal,
a unir sus suertes, y les dijo:
Ahora viviréis juntos komo mejor podáis,
kompartiendo vuestras dichas y desgracias.
Les dio luego la espalda y regresó a su cielo.