De entre sus dedos como pinceles se derramaban como chorros de pintura sus caricias.Con la punta de sus dedos dibujaba en la tela tersa de mi espalda paisajes llenos de pájaros y mariposas soñolientas, al voltearme escribía en mi pubis dulces poemas.
En silencio leía en mis ojos mis más secretos pensamientos, adivinaba mis deseos, recorría las torres de mis piernas suavemente, abría mis muslos y dejaba libres los torrentes húmedos donde solía navegar con fluidez dentro de mi, en esos viajes dentro mío se inspiraba para volver a estampar en mi piel imágenes indescriptibles y escribir en mi vientre canciones románticas.
Incansablemente dibujaba mis contornos en las tibias e inmaculadas sábanas, por momentos fijaba su mirada en un punto exacto, con ternura reconocía mi textura, la memorizaba en su piel, y volvía a recorrer las líneas trazadas por sus dedos con su lengua húmeda, con sus labios de fuego que dejaban grabados en mí arabescos y filigranas perfectos y eternos.
Aun siento sus manos en suave recorrido, su aliento que erosionaba las líneas de mi cuerpo hasta hacerlas perfectas. El terso roce de su piel me estremecía hasta la médula. Llevo en el cuerpo tatuado su nombre en los invisibles paisajes que su lengua supo delinear, que sus dedos supieron pintar. Está tan grabado en cada secreto de mi piel que cada noche de lluvia intento borrarlo con el solo cometido de sentirme libre, pero no existe temporal que pueda arrasarlo de mí.
Un eximio artista que supo hacer con sus sentidos una excelente obra de arte, tan excelente que ahora que lo he perdido nada ni nadie ha podido borrar sus grafitis de mi piel.
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ANNGIELS GRIGERA MORENO