Como perdida en el tiempo
cruzó la mar caprichosa,
envuelta en nubes de viento
avezada y presurosa.
Tan preciosa anatomía
cuyo volar la contenta,
por llegar se desvivía
sin llevar muy bien la cuenta.
Todo por querer libar
la sustancia de una rosa,
y comenzar a probar
su dulzura deliciosa.
¡Golondrina alborotada
ten reparo en las tormentas!
No sea por apurada
tu caigas en el intento
y a tu rosa tan preciada
la lleve el Dios de los vientos.
Jorge Horacio Richino
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