alupego (Ángel L. Pérez)

UNA LUZ SE ADIVINA

UNA LUZ SE ADIVINA

La nobleza en los ojos.
En el brillo constante,
de refulgentes tonos,
se perfilan las ganas,
de ocupar otro espacio.
De sumergir su influjo,
magnetizar su rostro.

Lisonjeras palabras,
de variedad de nácar.
Barnizando los egos,
con blancas pinceladas.
La expresión aniñada,
de los traviesos ojos,
disimulando el aura.

Se agotaron las fuentes,
que radiantes manaban.
Se secaron las ganas,
de sortear las trampas.
Gemidos plañideros,
buscando la palmada,
en escurridos hombros.

Entre tupidas zarzas,
corazones de fuego.
Latidos presurosos,
como apretando el tiempo.
Persiguiendo a la vida,
entre amor y sollozos,
la pena y la alegría,
la pasión y el arrojo

En la empinada rampa,
por donde caen los besos,
como una catarata,
se precipitan dentro,
del río de los sueños.
Un pecho los atrapa,
para mimarlos luego.

En los labios la risa,
que como el fuego emerge,
de las ardientes brasas.
Temblores de los órganos,
en su rojizo intenso.
Con el aire empujando,
para querer romperlo.
Galopa la potencia,
sobre el corcel del cuerpo.

Blanca queda la sombra,
cuando se quita el sayo,
de oscuro terciopelo.
Reflejos en los ojos,
que matizan lo incierto.
Y aferrándose al ánimo,
la mirada se posa,
en lo que queda dentro.

Torbellino de anhelos,
ahítos de recovecos.
Entretejidas formas,
que forman los deseos.
Pérfidas sensaciones,
jugando a sentimientos.
Un constante goteo,
atravesando el pecho.

Como fluye al vida,
de acechantes intentos,
de alcanzar sus esencias.
En la lucha suicida,
de comprender lo eterno.
El devenir inquieto,
de sus pasos inciertos.
Sumergida en el magma,
de profundos secretos.

Los caminos se abrieron,
sobre la espesa niebla.
Y una luz a lo lejos,
se observa titilante.
Tenue risa que aflora,
en la mirada ausente.
Un suspiro que ahoga,
la pesadumbre ardiente.
A.L.
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05/07/2019