Desde mi ventana admiro la mar…
Esplendoroso mar, poseedor de sus propias estrellas, luna y sol que calienta en una fría sangre viva, voraz y veloz.
Esplendoroso es la mar con olas espías, corrientes de sirenas, que atrapan a sus amados en promesas eternas más allá de una realidad visible.
Esplendoroso mar, ocultador de secretos en entrañas muy íntimas, donde minuciosamente eligen lo que retener o desechar.
Esplendoroso es la mar, mayordomo de riquezas incontables, coleccionador de transportes atrevidos, que no lograrían llegar a su destino.
Esplendoroso e descarado es la mar que nos atrapa, roza y humedece todo nuestro cuerpo, toqueteado y explorado por salinas, atrapados por corrientes con brazos fuertes de gozo o muerte.
Esplendoroso mar, capaz de discernir toda la materia humana, hundidas accidentalmente o conscientemente, para cosechar sus almas y devolver los cuerpos a orillas adversas confundiendo los evidentes.
Bello es la mar, anciano con barbas blancas contador de historias de amores y desamores.
Dulce mar, amigo confidente de secretos, devoto y obediente a su creador, que le dice;
¡No pases de ahí!
Y el obedece.
Desde mi ventana, cojo mi flauta dulce y sin desafinar, apunto la mar tocándola con entusiasmo, en serenata de amor natural, hasta que siento como el olor a salinas, me impregna y me hace sentir estar bajo los focos, de las estrellas del mar.