Me ahogo, me hundo en mi nata
espumosa del aceite negro
y denso de la noche pálida
y sombría, de la noche, nata,
de mi cuerpo hundido en la tristeza,
como el de un astro naciente,
a la muerte que le espera,
a la tinta negra de la noche
perpetua.
A esta pena pasajera, como
una pavesa que incendiase
la fibra corporal de su faz
de la tierra... Ya el tiempo espera,
y hunde en mí su destino,
para mi destierro
de la tierra prometida.