Luisa Gutierréz

Cicatrices

Es extraño rebuscar las marcas que nos quedaron de los golpes, es decir “por aquí yo me corte una vez, no recuerdo exactamente donde, pero sé que aquí dolía mucho” y ver en tus manos, brazos o piernas, pequeñas sombras o líneas difusas de aquel dolor, de aquella marca.

Y recordamos en ese momento lo que mamá solía decir “Cuando cicatrice ya ni te vas acordar del dolor”, pero la memoria es tan antagónica, que a pesar de la ausencia del dolor, lo revivimos y recordamos y lo sentimos de nuevo, y sufrimos, y sufrimos por ese momento.

Es absurdo decir que cuando algo cicatriza dejara de doler, es absurdo porque aunque por fuera la herida se encuentra cerrada, por dentro, se encuentra abierta, expuesta, sangrando. En el exterior solo queda esa piel a veces deforme, sin color, que desentona del resto de la piel, y por dentro no funciona, como si hubiese quedado amputada del resto del sistema circulatorio o de los pliegues del músculo.

Ese dolor, del que no queremos hablar o no queremos dejar expuesto nos cambia por dentro y por fuera, nos cambia, te cambia y me ha cambiado.

Una vez alguien me dijo: “Cuando dañamos a las personas, sin saberlo nosotros, cambiamos su esencia, nuestras acciones, nuestras palabras, cambia la naturaleza que esta persona tenia, es decir, si engañamos a alguien que en su naturaleza era confiar siempre, lo que hicimos al mentirle, es que ahora esta persona ya su naturaleza va ser desconfiar siempre de las personas, aunque venga alguien que no lo haga, va sufrir las consecuencia del daño anterior, y eso es algo que muchos no ven, la magnitud del daño a gran escala”. 

Ya no soy la que fui, el dolor sigue presente, la herida no ha cicatrizado, pero aunque se cierre, por dentro seguirá el recuerdo.