Carlos Eduardo

GRIS

 

 

Su voz, traje, guantes, sombrero,..., todo en él era gris,

nunca pudo sacudirse de ser quien era

tan definido, tan marcado, sin notoriedad,

como los marengos y chocolates,

poca profundidad,

oscuro,

apacible,

un elefante en la pradera,

ratonil,

rutinario,

aspavientos nulos,

desarmado, 

escaso de valentía,

poco ocurrente,

a veces distraído.

 

Su epitafio: Algún día brillará el sol para ti.