Luna montuna sumisa esclava del cielo
arrastras siempre en tu velo las estrellitas de nácar
sobre la tierra mulata cabalgas en tu corcel,
regalándole a las cañas, eterna luna de miel.
Tejes con hilos de luz en los espejos de agua
ocultas y das la cara en la espesura del monte
acaricias al sinsonte que dormita en la arboleda
y ruedas por la vereda como moneda de plata.
Luna guajira y sitiera sobre techo de bohíos
donde aroma de café despiertan las guardarrayas
y al gemir de las carretas; comienza a asomarse el alba.
A lo lejos aclarado la línea del horizonte
encendiéndose los campos bañados por el rocío,
tímido murmura el río, mientras la luna se baña
y se esconde en la maraña, de la calidez del sol,
de su encendida pasión que nunca logra alcanzarla.