Dejamos los utensilios nevados sobre la copa vencida e inclinada de los árboles boscosos. El tumulto de rocíos elevados que penetraban el afán indecoroso de nuestros pulmones, titubeaba al ver el cielo invernal y azul. Líneas extraviadas, secuoyas de corazón funesto, infames delatores de la vida en los glaciares, gerifaltes de la realidad selvática y oprimida. Oh, labios, cómo palidecéis ante el tamaño del beso ofrecido. Oh, oscuridad tras los miembros consolidados, dignamente me asombráis con vuestra estatura, nocturna y polvorienta. Oh corazón, corazón, cómo te conozco, cómo sé dónde anidan tus temores. ©