“Tal vez no ha de haber esperanza aquí,
pero no podemos perderla así.
La victoria no se alcanzaría
si no hubiese alguien con la valentía
de guiar este pueblo hacia un futuro mejor.
Por eso no se quejen…” decía el viejo Melchor.
Melchor del este, más brujo que celeste.
La aldea murmuraba y jamás callaba
Siempre pedían y siempre obtenían.
No aprendían, no tenían la mejor jugada
Pero el viejo Melchor, que bruto no era, los mandaba.
Un día, la aldea “Secundía”
Por medio de la vía
Llegaba a aquella caravana
De hermosuras errantes
De muchas bulerías.
Melchor, el líder que valía
Venció a aquel errante maldito
Pero, en el pecho de Melchor quedó escrito
Que nunca más entrarían a un extranjero.
Melchor era padre de gran familia.
Cinco hijos, cinco hijas
No sé mucho, pero solo uno sobrevivió
A aquel gigantesco batallón
Que el extranjero trajo e impuso.
La aldea Secundía que en fuego ardía,
Allí Melchor lloraba desconsolado.
Nueve de sus hijos con la muerte partieron.
Sólo uno de ellos no estaba salado.
Hoy día, Melchor es nuestro líder.
Nunca nos ha olvidado, como muchos hacían.
Por ello, la muerte fue injusta
Al llevarse a Melchorcito a un lugar mejor.
Destrozado ha quedado Melchor.
Nuestro buen señor, “el víver”.
De ahí el discurso de “la noche que ardían”.
“De una vez…” decía Melchor
De una vez, vengan. De una vez salgan.
Salven a todo señor
Haced lo que más valgan.
No se rindan, jamás. Que el futuro ya ví
Es más, lo viví”.
Ahora yo soy líder
Y con palabra en la boca mía
Melchor decía: “De una vez…”
Pues hagámoslo.
¿Revolución? ¿Sí? Revolución entonces…