Ahora me encuentro, con esta herida incesante,
lacerando la piel sin sentir la compasión,
el crepúsculo desnudo ya no es irradiante,
y se pierde en la nada de un temblar sin razón.
Esta el pincel que pinta sobre la hoja radiante
reflejando dureza de un momento y pasión,
lienzo que brota la agonía desesperante,
irritando las letras y un dolor de un punzón.
Un soplido de males que una burbuja encierra,
cayéndose el ánimo de una mente que emerge,
y causa el fatal pensar de no estar en la tierra.
Herida como calígine, que me sumerge,
herida que el aire aspira y en la brisa cierra
y ya el atardecer de mis ojos, no deterge.