Ella lo conoció en un chat, él la sedujo con palabras simples pero directas al corazón.
Fue olvidando su realidad, su casa, sus hijos, por la obsesión de una vida totalmente virtual.
Casi no dormía, ni comía, siempre conectada, el silencio formaba parte de su mundo, no escuchaba lo que le decían en su casa, ausente permanente, siempre esperando verlo conectarse, esperando el momento en que su correo recibiese sus mensajes.
Los mails llegaban todos los días, ella mandaba uno a diversas horas del día que llenaban el correo de su amor, su ilusión le permitía volar.
Las noches terminaban con largas horas de chat, imaginando como seria el encuentro, donde sería, como se amarían, como se mirarían, cuanto tardarían en darse el primer beso.
Reía con las ocurrencias de él, vibraba, estallaba en su cuerpo el deseo, alucinaba leyendo sus palabras que la volvían a su adolescencia y la excitaban.
Al llegar el momento de la realidad, de encontrarse y poder verse, de tocarse, de saber que eran reales, el silencio ocupo la pantalla, el correo quedo sin las respuestas a sus infinitos mensajes, el chat perdió a uno de los participantes.
Silencio, largas horas de espera, desilusión frente al correo cada vez que lo abría y no encontraba noticias suya, su corazón comenzó a desangrarse.
Al correr de los día, después de tantas lágrimas derramadas en silencio para que nadie se diera cuenta, comprendió que muchas personas no saben que lo virtual no existe, y que los teclados son manejados por personas que escriben lo que dicta un corazón, que se ilusionan, que se enamoran, mientras del otro lado hay alguien que juega con los sentimientos y engaña, porque la virtualidad la crearon los humanos, y ellos son tan honestos y tan falsos como en la vida real...